lunes, 19 de diciembre de 2011

DOMINGO 18 DE DICIEMBRE


Lecturas
1.     2 Samuel 7:1-16
2.     Salmo 88:2-5 y 27-29
3.     Romanos 16:25-27
4.     Lucas 1:26-38
El evangelio de hoy refiere que estos sucesos ocurrieron en Galilea, la región norte del país de Palestina, cuyos habitantes eran tenidos por los judíos (los de Jerusalem) como ignorantes e impuros, por haberse apartado del culto oficial del templo de Jerusalem  y haber erigido el suyo  propio en el monte Garizim.
A los galileos se los veìa como contrarios a las tradiciones religiosas de Israel y como subversivos en contra del orden establecido. Por contraste, estas palabras del evangelio cambian esta perspectiva de poder político religioso del centro judío y evidencian la lógica de Dios que no se casa con esos paradigmas: “El sexto mes envió Dios al àngel Gabriel a una ciudad de GALILEA llamada Nazareth, a una virgen prometida a un hombre llamado Josè, de la familia de David; la virgen se llamaba Marìa” (Lucas 1:26-27).
En un pueblo perdido en la geografía marginal acontece el hecho estremecedor, en el que Dios se abaja, se inserta en la historia de la humanidad, y lo hace en la pobreza y en la discreta humildad de esta pareja:”Entrò el angel adonde estaba ella y le dijo: alégrate, favorecida, el Señor està contigo. Al oírlo, ella se turbò y discurrìa què clase de saludo era aquel. El angel le dijo: no temas, Marìa, que gozas del favor de Dios. Mira, concebiràs y daràs a luz un hijo, a quien llamaràs Jesùs. Serà grande, llevarà el título de Hijo del Altisimo; el Señor Dios le darà el trono de David, du padre, para que reine sobre la casa de Jacob por siempre y su reinado no tenga fin” (Lucas 1: 30-33).
En este hecho de la Anunciaciòn y de la Encarnaciòn, el Señor Dios se hace el último, y nos dice de modo contundente que es cierto aquello de que los últimos serán los primeros. Dios asume lo humano en el contexto de lo marginal, de lo débil, negándose a toda espectacularidad y determinando que El sucede preferentemente en estas realidades donde los seres humanos han perdido la esperanza, justamente para destacar algo que es constante en la revelación de sì a la humanidad. Este es un criterio decisivo del evangelio. Dios, pobre en medio de los pobres.
El personaje central es Marìa, una jovencita humilde, totalmente dispuesta para acoger en ella el don de Dios, plenamente fiel a El, asì responde al enviado: “Aquì tienes a la esclava del Señor, que se cumpla en mì tu palabra” (Lucas 1:38). Su virginidad es mucho màs que un elemento físico, es la total disposición para dejarse asumir por Dios, es el acatarlo sin reservas, sin ponerle condiciones, es la certeza de que Dios es todo para ella, escogiéndola para ser el medio humano que hace posible la presencia histórica de Jesùs. Con esto su vida se llena de sentido, y ella se convierte en un apasionante relato – el máximo después del de su Hijo – del amor liberador de Dios.
Marìa es portadora de la esperanza de Israel y de la humanidad. Su belleza femenina : la del ser, la de dar, la de procrear, se inscribe totalmente en esta lógica de Dios que se vale de lo sencillo, de lo simple, de lo austero, para intervenir salvíficamente en nuestra historia. Podemos asì hablar, siguiendo a Leonardo Boff, del “rostro materno de Dios”.

Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
18 de diciembre de 2011

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