viernes, 23 de diciembre de 2011

VIERNES 23 DE DICIEMBRE


Lecturas
1.     Malaquìas 3: 1-4 y 23-24
2.     Salmo 24: 4-14
3.     Lucas 1: 57-66

1.     Hoy el relato trae el nacimiento de Juan el Bautista, que prepara el de Jesùs. Sabemos que en las narraciones bíblicas las cosas no se ponen allì por casualidad, tienen una clara intencionalidad inscrita en el proyecto salvador de Dios. Ambos son israelitas, pertenecían a la religión de este país, pero no fueron “cumplidores” de la misma en e sentido tradicional del tèrmino. Fueron audaces innovadores, profetas de una nueva manera de relacionarse con Dios, de un modo de humanidad que iba màs allà de las observancias legales y rituales, es a lo que llamamos Buena Noticia, Evangelio, un orden de libertad y de realización del ser humano según este proyecto.
2.     Apreciamos en el relato que se genera una confusión por el nombre del niño. Esperaban, como obvio, que se le llamase Zacarìas, como su padre, sacerdote del templo, pero Isabel, la madre, determina que se llame Juan, expresión hebrea que significa “Dios es clemente”. En la historia de los personajes bíblicos el nombre de la persona expresa una relación directa con su misión. En este caso, Juan Bautista, esboza una nueva imagen de Dios, que se va a consumar con Jesùs: es el Dios clemente, misericordioso, cercano, exigente sì, pero al mismo tiempo comprometido con llevar al ser humano por los caminos de su dignidad, como tantas veces lo hemos visto en estas reflexiones.
3.     Juan también marca un contraste con su origen social familiar. Como vimos, Zacarìas, su padre era sacerdote, y su madre, Isabel, era de la estirpe sacerdotal de Aaròn. Todo daba, en esta perspectiva, para que el niño hiciera parte de la casta sacerdotal, pero èl rompe con este paradigma y se marcha al desierto, el lugar del despojo, de la no arrogancia, el ámbito del encuentro con el Dios liberador, y desde allì ejerce su ministerio profético poniendo en  tela de juicio la decadencia de la religión de su tiempo, de sus rituales vacìos, de su legalismo fundamentalista. Asì, es el preparador de los caminos de Jesùs.
4.     Tengamos presente, en este orden de cosas, la distinción entre fe, religión y espiritualidad. Ordinariamente se confunden. Fe es la confianza decisiva en Dios, la certeza de que El es el principio y fundamento de nuestra vida. Religiòn es la mediación, surgida de un proceso sociocultural, en la que se expresa la relación con Dios a través de los ritos, de las formulaciones doctrinales, de las normas institucionales y de las disciplinas. Espiritualidad es la experiencia de Dios que sucede en el creyente transformándolo, haciéndolo un nuevo ser humano.
5.     Con frecuencia encontramos el contraste de personas que son profundamente practicantes de los rituales religiosos pero no son espirituales, es decir, no dejan que Dios acontezca en ellas, en consecuencia, su vida no se transforma, no hay allì novedad liberadora sino pràctica rutinaria y adaptación social a una institución prestadora de servicios religiosos.
6.     Esto era lo que interrogaba Juan el Bautista. Miremos nuestra experiencia de hoy y hagamos los correspondientes discernimientos y procesos de superación y liberación. Lo que Juan Bautista confrontaba a sus contemporáneos con tanta severidad también vale para hoy, con esta entrada masiva de nuevos movimientos religiosos y de consumismo devocional: hay allì espiritualidad? Novedad de Dios? O màs bien es un espectáculo clamoroso sin densidad salvadora?

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