jueves, 22 de septiembre de 2011

Dios es misterio.

Dios es misterio – Aquél sin nombre, al cual no puedo captar o comprender. En ocasiones, ese misterio parece no tener final, y no importa cuánto trato de penetrarlo, me quedo sólo en una especie de oscuridad del no-conocer. Esto puede ser así, aunque me encuentro siempre anhelando a Dios, deseando algo que está totalmente más allá de mí, y diciendo “tú” en la cara de un misterio cada vez mayor. Este abismo entre mí y el Uno, hacia el cual soy encaminada/o, es quizás mejor expresado en las palabras que el profeta escuchó: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos – es el Señor que habla. Sí, como el cielo está por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los vuestros y mis planes de vuestros planes”. (Isaías 55:8-9). Sin embargo, a pesar de esa gran distancia, existe a la vez, maravillosamente, una gran cercanía – Dios cerca de mí, acercándose en la persona de Jesús, y entrando en el hogar de mi corazón. Porque lo que es incomprensible, un misterio total, también llega junto a Jesús, diciendo mi nombre, susurrándome palabras sin palabras de verdad y amor. He dicho “tú” frente a la oscuridad, porque ya había sido aproximada/o y llamada/o como “tú”. En el seno del misterio más profundo, existe un encuentro, una conversación, una oración. Como escribió San Agustín, “Dios está más cerca de mí que yo mismo, más íntimo conmigo que mi ser más profundo”.
Señor Jesús, la oscuridad que experimento no es de ninguna manera oscuridad, sino luz de tu cercanía. En consecuencia, déjame darme cuenta, en mis oraciones, que nunca me abandonas, y que siempre estás conmigo en la fidelidad de tu Amor.

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