jueves, 29 de septiembre de 2011

JUEVES 29 DE SEPTIEMBRE


Lecturas
1.      Daniel 7:9-14
2.      Salmo 137:1-8
3.      Juan 1: 47-51
En el relato evangélico de hoy se habla del encuentro entre Jesús y Natanael, de este último dice el maestro: “Este es un auténtico israelita, en quien no hay doblez alguna” (Juan 1: 47), y más adelante el aludido responde así: “Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel” (Juan 1: 49). Hay un mutuo reconocimiento que, por supuesto, no es una sociedad de elogios mutuos. Lo que se da es una percepción en el Espíritu y desde el Espíritu de la limpieza y rectitud de Natanael, y una aceptación por parte de este del carácter definitivo de Jesús, en cuanto plena expresión de Dios.
Lo primero que hay que orar es  por qué Jesús dice esto de Natanael, es de una arrolladora sinceridad. Cómo reconocer a los-as auténticos israelitas? No es por la arrogancia religioso-moral ni por la pretensión de juzgar y condenar a los demás ni por el sentirse agraciados por Dios habida cuenta de sus méritos. El que es verdaderamente relato de Dios se caracteriza por su humildad ( de humus: tierra), por su discreción, por su bajo perfil, por su vida transparente con una honestidad a prueba de fuego.
Cuando vemos cómo se dilapidan los dineros públicos, cómo se negocia con los intereses del bien común, cuando se entra en el juego de la compraventa de conciencias, cuando se utilizan cargos de responsabilidad para autobeneficio, cuando no se está a la altura de la misión para la que ha sido escogido, experimentamos una añoranza profunda del ser humano digno y justo: “Dichoso el hombre que se apiada y presta, y administra con honradez sus asuntos: el hombre recto jamás sucumbirá y su recuerdo permanecerá por siempre; no tiene miedo a las malas noticias, confía en el Señor y se siente seguro, su corazón está sereno, no tiene miedo” (Salmo 112: 5-8).
El imperativo de hoy es el ser humano digno y trascendente, esto es lo que Jesús reconoce en Natanael. Y este, inspirado por el Espíritu, distingue con claridad que el reconocedor es el Hijo de Dios. Esto no es una casualidad, porque la genuina fe desarrolla la lucidez espiritual que lleva al creyente a esta aceptación, que viene a ser la raíz de su recta humanidad.
Aquí hemos hablado varias veces del ser humano como relato de Dios, el-la que con su manera de ser y de vivir narra la acción de Dios en su vida. Cuántos seres humanos son relatos del mal, de la desesperanza, de la injusticia? Cuántos seres humanos son relatos del sentido, de la honradez, de la dignidad, de la solidaridad? Entre cuáles nos sentimos nosotros?
Hay que apostarle a la buena y noble humanidad, siempre discretamente, sin perseguir la vanagloria, sino el gusto íntimo de ordenar la vida en el amor de Dios, y desde ahí desarrollar un estilo marcado por los valores que Jesús nos propone como distintivos del nuevo ser humano que El gesta en nosotros.
Todo esto es avalado en el texto de la primera lectura de hoy, del libro de Daniel, escrito en género de apocalipsis y de visión, el ser humano digno ve esto: “Seguía yo contemplando estas visiones nocturnas y ví que sobre las nubes del cielo venía alguien semejante a un hijo de hombre; se dirigió hacia el anciano y fue conducido ante su presencia. Se le dio poder, gloria y reino, y todos los pueblos, naciones, y lenguas lo servían. Su poder es eterno y nunca pasará, y su reino jamás será destruido” (Daniel 7:13-14).
Desde el intento humilde y sincero de ser buenos seres humanos vemos a Jesús en la historia de hoy, lo reconocemos en el mundo, en tantas personas generosas, responsables,amorosas? El camina por las calles de la vida y se hace evidente en cualquier situación, en el drama del dolor y del abandono, en la pobreza del humillado y ofendido, en el que carece de oportunidades, en el condenado moral, y también en los que apuestan la vida por estos nobles ideales de servicio, de fraternidad, de vida novedosa en el Espíritu. Así lo vemos, así lo aceptamos. Sólo en El nuestra esperanza.

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