domingo, 18 de septiembre de 2011

DOMINGO 18 DE SEPTIEMBRE

Lecturas
1.      Isaìas 55: 6-9
2.      Salmo 44: 2 a 9 y 17-18
3.      Filipenses 20-24 y 27
4.      Mateo 20: 1-16
Es el domingo XXV del tiempo ordinario.
Un asunto esencial al asumir la “lógica” de Dios en nuestras vidas es el de la gratuidad, a esto nos hemos  referido con bastante frecuencia. Es lo que apreciamos en el evangelio de hoy, la parábola de los jornaleros de la viña en Mateo.
Pero primero veamos el contraste humano, el criterio que influye nuestro modo habitual de pensar y proceder. Este consiste en una visión “matemática”, contable, de la retribución a las personas. Si alguien hace algo, se le “paga” de acuerdo con la cantidad y extensión de lo realizado. Parece demasiado elemental afirmar esto, pero es fundamental decirlo, como veremos.
Digamos que tenemos estructurado un sistema de pagos y recompensas que es coherente con una mentalidad cuantitativa. Los salarios se asignan de acuerdo a categorías, posiciones laborales, tiempo dedicado, resultados. Los fallos judiciales se determinan teniendo en cuenta el “tamaño” de los delitos, las personas afectadas, la gravedad de lo cometido. Tambièn en las relaciones sociales se establecen medidas que tienen en cuenta el origen socioeconómico, la etnia, el estrato. En todo està presente la precisión de lo que se debe dar.
En la experiencia de Dios se rompe por completo este modelo. En esta parábola a todos los trabajadores se les pagò lo mismo, a pesar de haber llegado al trabajo en distintas horas del dìa. Al verificar esta inequidad del patrón, los que habían empezado màs temprano reclamaron: “Estos últimos han trabajado una hora y los has igualado a nosotros, que hemos soportado la fatiga y el calor del dìa” (Mateo 20: 12), y èl les contestò: “Amigo no te hago injusticia; no nos apalabramos en un denario? Pues toma lo tuyo y vete. Que yo quiero dar al  último lo mismo que a tì. O no puedo yo disponer de mis bienes como me parezca”? (Mateo 20: 13-15).
La gratuidad es la sobreabundancia ilimitada de Dios, y a comunicar y realizar esto se dedica Jesùs. En el contexto de la religión judía, que se caracterizaba justamente por su milimetrìa matemática, por considerar el estado de gracia ante Dios como acumulación de mèritos, teniendo en cuenta el nivel de cumplimiento estricto de la Ley, de autojustificaciòn por “rendimiento y resultados”, Jesùs revela a Dios como el Padre que invita a todos sin excepción a disponer de los bienes del reino, sin importar el tiempo de llegada a esta dinámica ni tener en cuenta el rango moral de las personas. Todos están invitados a esta nueva manera de relacionarse con Dios y de asumir la vida en otra clave. Eso sì,con el compromiso de dejarse saturar de Dios, de abundancia, de gracia, de misericordia, lo que llamamos una nueva humanidad.
Es muy posible que esto parezca injusto a la mayoría de seres humanos, como les pareció a los fariseos , sacerdotes del templo, maestros de la ley, porque no corresponde con nuestro modelo medible de asignación de pagos teniendo en cuenta los mèritos. Dios provoca y confronta esta manera de pensar y de sentir.
Es una estupenda realidad para orar, para captar a Dios, para dejarnos desbordar por El, para verificar què es lo que nos expresa en Jesùs, y lo que nos propone como nuevo estilo de vida. Hagamos un balance de nuestra vida en esta perspectiva, examinemos las relaciones humanas, incluso hagamos un análisis exigente de una cierta manera religiosa todavía muy presente e influyente que es rìgida, intransigente, que clasifica a la gente en buena y mala, que cultiva la arrogancia moral, que desprecia a los pecadores, elitista, que no pondera lo que sucede en la interioridad. Y dejémonos llevar por el Espìritu hacia esta novedad del Dios ilimitado, gratuito, gracioso, gratificante.
La gracia es el don de Dios a nosotros, es la manera de estar El presente en nuestro ser, haciéndonos seres a-graciados, beneficiarios de su voluntad de compartirse El con nosotros, y esto lo manifiesta decisivamente en Jesùs, El es la gracia del Padre habitando en nuestro ser, e invitando a todos a participar de esta oferta, tomando únicamente como requisito de admisión la libertad de aceptarlo y de asumir un talante conforme con lo que El nos plantea como proyecto de vida en las bienaventuranzas.
Al considerar esto veamos la inmensa multitud de seres humanos agobiados por las medidas de sus congéneres: excluìdos, maltratados, injustamente pagados, violentados en su dignidad, juzgados y condenados, vengados por fuerzas absurdas de muerte, empobrecidos, desconocidos, marcados con etiquetas que les imposibilitan participar en la vida. Todo esto es una verdadera des-gracia. Y hagamos el contraste con el modo de proceder de Dios, a ver dònde nos quedamos y què representa esperanza y sentido para toda la humanidad.
Podemos decir que Dios nos “escandaliza” porque quiebra en su raíz el modelo de mèrito y pago, y nos lleva a descubrir la razón de vivir generando la esperanza de que podemos ser admitidos a su gran beneficio. En el libro “Gracia y liberación del hombre”, el teólogo brasilero Leonardo Boff trata con gran belleza espiritual y profundidad teológica este hecho, esencial para nuestra condición de seguidores de Jesùs, empeñados en un mundo nuevo determinado por la acogida, la compasión, la misericordia, la inclusión, la GRACIA.
Las palabras de la primera lectura de Isaìas, a este propósito dicen: “Mis planes no son sus planes, sus caminos no son mis caminos – oráculo del Señor -. Como el cielo està por encima de la tierra, mis caminos están por encima de los de ustedes….” (Isaìas 55: 8-9).
Pablo, en su experiencia personal, es un testimonio elocuente de la gratuidad de Dios; èl, fariseo radical, fundamentalista en la comprensión y pràctica de la ley de Moisès, implacable perseguidor de los primeros seguidores del Señor, es “admitido” en el camino del Evangelio, sin mèrito ninguno de su parte, simplemente porque Jesucristo se le interpuso en su ruta y le cambiò totalmente su perspectiva vital, haciendo de este hombre el primer testigo de la fe en los años iniciales del cristianismo.
Desde ahì nos dice: “Una cosa importa, que su conducta sea digna de la buena noticia de Cristo; de modo que, sea que vaya a verlos o que siga ausente, tenga noticias de que ustedes se mantienen unidos en espíritu y corazón,luchando juntos por la fe en la buena noticia” (Filipenses 1: 27).
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
18 de septiembre de 2011

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