martes, 27 de septiembre de 2011

MARTES 27 DE SEPTIEMBRE


Lecturas
1.      Zacarías 8: 20-23
2.      Salmo 86:1-7
3.      Lucas 9: 51-56
Hoy es la memoria de San Vicente de Paúl, un hombre destacadísimo por su dedicación plena al servicio de los más pobres en la Francia de su tiempo. Fundador de la Congregación de la Misión (Padres Vicentinos) y de las Hijas de la Caridad (Vicentinas), junto con Santa Luisa de Marillac. Oramos por estos hombres y mujeres que sirven generosamente en tantos lugares del mundo, haciendo actual este carisma apostólico.
También el 27 de septiembre es la fecha fundacional de la Compañía de Jesús, en un día como este de 1540 el Papa Paulo III aprobó el proyecto de San Ignacio de Loyola: 471 años de historia, incluyendo la dolorosa supresión decretada por otro papa – Clemente XIV – entre 1773 y 1814. Damos gracias a Dios por este don y nos ponemos en sus manos para vivir  con fidelidad el espíritu del fundador.
En el evangelio de hoy dice: “Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalem. Entonces envió por delante a unos mensajeros que fueron a un pueblo de Samaría para prepararle alojamiento, pero no quisieron recibirlo porque se dirigía a Jerusalem” (Lucas 9: 51-53).
Recordemos que los samaritanos no eran queridos por los judíos (Jerusalem), porque los primeros se había separado del culto oficial del templo creando su propio lugar de expresión religiosa en el monte Garizim. Samaritanos y judíos se detestaban mutuamente. En cambio a Jesús no le importaba esta fractura, para él todos eran igualmente dignos. Tengamos presente la belleza evangélica y humana del diálogo con la mujer samaritana en Juan 4: 1-26, o la parábola de Lucas 10: 25-37, en la que Jesús destaca la coherencia de un samaritano en contraste con la indiferencia de dos judíos.
Y, sin embargo, Jesús no es recibido en Samaría, porque “iba a Jerusalem”, también padece las consecuencias de esta división, pero no deja que los discípulos tomen represalias: “Al ver esto, los discípulos Santiago y Juan dijeron: Señor, quieres que mandemos que baje fuego del cielo y los consuma? Pero Jesús, dirigiéndose hacia ellos, los reprendió severamente” (Lucas 9: 54-55).
Está clarísimo que desde el mismo Jesús está determinado que la conducta de venganza, de retaliación, de desquite, es totalmente incompatible con este modo de vida, y se constituye en una nota distintiva de quien se empeña en vivir todas las exigencias de seguir el camino que El nos propone.
La tendencia humana – casi que inmediata – es la de retribuír al ofensor en los mismos términos.  Consideremos en la oración de hoy todos los males que esto ha traído, y puede traer a la humanidad, cuando así se procede. Pensemos en nosotros mismos y en todas las veces que hemos actuado así, y hagamos de esta reflexión un espacio de ecología espiritual, de purificación de rencores y de rechazos, de perdón y de reconciliación. Traigamos a la memoria nombres  propios de personas a quienes hemos excluído y rechazado por ser de tal o cual pensamiento o posición, de igual manera, evoquemos a quienes nos han segregado, negado, ofendido.
Y en coloquio con el Señor Crucificado demandémosle una vez más que nos permita “conocimiento interno” de El mismo, de su lógica reconciliadora y  perdonadora, de su negativa a la venganza, de su disposición para ser uno con el Padre en la superación de toda barrera impuesta por los límites humanos.
Cuántas exclusiones en nuestro mundo? Judíos y palestinos, árabes y occidentales, ateos y creyentes, de esta o aquella etnia en contra de otras, también por motivos políticos. Es interminable este recuento. Qué nos pide el seguimiento de Jesús en este sentido?

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