lunes, 19 de septiembre de 2011

LUNES 19 DE SEPTIEMBRE


Lecturas:
1.      Esdras 1: 1-6
2.      Salmo 125: 1-6
3.      Lucas 8:16-18
Una manera fundamental de participar la Buena Noticia de Jesús es que la humanidad se de cuenta de sus seguidores porque con su manera de vivir y su mentalidad iluminan : “Nadie enciende una lámpara y la cubre con una vasija o la oculta debajo de la cama, sino que la pone en un candelero para que los que entren vean la luz” (Lucas 8: 16). Qué extrema sencillez la de esta comparación y, al mismo tiempo, qué profundidad y qué invitación tan exigente para ser luz del mundo.
A propósito de esta luminosidad, quiero recordar unos de los primeros libros de filosofía que estudié, cuando cursaba el ciclo filosófico dentro de la formación para el sacerdocio. Se trata de “Fenomenología del Derecho Natural” de William Luypen. En uno de sus capítulos el autor habla del “genio ético” , y en alguna parte dice textualmente: “Mediante la “luz” objetiva de su subjetividad como pensamiento, el hombre “ve” por intermedio de un “genio ético” que su propia esencia está destinada al otro. Una vieja tradición llama amor a la ejecución de este deber y entiende que el amor es la aceptación, la comprensión, el apoyo y el fomento de la subjetividad y la libertad del otro” (Luypen,W. Fenomenología del Derecho Natural. Eds. Carlos Lohlé.Buenos Aires, 1968,pag. 189).
Tranquilos que no se trata de entrar en complejas abstracciones filosóficas. El “genio ético” es el ser humano que capta el valor esencial de la vida y la indispensable rectitud moral que la debe respaldar, por eso es luminoso-a , porque con su manera de actuar se convierte en inspiración para muchos en la humanidad. Así, Buda, los profetas bíblicos, Pablo, Agustín, Gandhi, Teresa de Calcuta, Jesús de Nazareth, tantos y tantas que nos alumbran el camino.
Hoy nos vamos a preguntar si somos luminosos, si nuestra manera de vivir inspira a otros, desde luego con la máxima humildad y sin ningún tipo de vanidad, como lo hemos reiterado tanto en estas líneas. Dios nos libre de ponernos como modelo de los demás, o de permitir que otros lo hagan, como cuando padres o maestros comparan a los niños y a los jóvenes estableciendo superioridades de unos con respecto a los demás. Desde luego que por aquí no es la alternativa.
Se trata de una humildad luminosa, esperanza, comprometida, trascendente, tan genuina y limpia, que motiva a otros y a otras a asumir un estilo semejante.
Es muy inquietante cuando personas constituídas en autoridad moral, o religiosa, o educativa, o de gobierno, toman otras rutas convirtiéndose en motivo de escándalo y desencanto. Es, por ejemplo, el dolorosísimo asunto de las prácticas pederastas y pedófilas de sacerdotes y religiosos, según se ha destacado con tanto énfasis en los últimos años. Ahí el que está llamado a ser luz se convierte en oscuridad, va en contravía de lo que significa y de la dignidad del ministerio y de las personas afectadas por su desorden.
Es una excelente intuición esta del “genio ético”, una óptima manera de convertirnos en luz del mundo, cuando, en abierta contradicción, se dan tantas conductas de corrupción, deslealtad, engaño, traición a los compromisos adquiridos, ofensas a la dignidad humana. Siempre hay hombres y mujeres que nos resultan altamente seductores, por su sabiduría, por su discreción, por su coherencia, por su empeño feliz en ser rectos y justos. Esto es completamente digno de imitación.
Cuando tantos seres humanos son lo contrario de la ética y de la rectitud, se nos llama a iluminar la vida, el mundo, a ser “genios éticos”, hombres y mujeres portadores de sentido y de noticias capaces de transformar la dinámica social, las relaciones entre las personas, los criterios orientadores, los modelos de humanidad, en definitiva. Aquí está el potencial de esta luminosidad, y si esta se reviste del modo de Jesús, adquiere un significado trascendente apasionante, apto con creces para que demos razón de  nuestra esperanza.

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