martes, 13 de septiembre de 2011

MARTES 13 DE SEPTIEMBRE


Lecturas
1.      1  Timoteo 3: 1-13
2.      Salmo 100: 1-6
3.      Lucas 7: 11-17
Les propongo que iniciemos la oración de hoy pensando en la infinidad de razones y motivos que hay para el desencanto y la desesperanza, las malas noticias, los despidos laborales, los problemas económicos, los abandonos, las soledades, la violencia, los desprecios, el fracaso de los proyectos de vida, las enfermedades, las manifestaciones del mal, las relaciones afectivas inconvenientes. Ninguno de nosotros está exento de este tipo de situaciones, hacen parte de la inevitable precariedad de la condición humana.  Con el más hondo realismo debemos ser conscientes cada día de que somos potenciales protagonistas de estas circunstancias.
Recordemos que hacia el mes de marzo les propuse reflexionar sobre un texto llamado “Las miserias de la felicidad”, tomado del libro “El arte de la vida” de Zygmunt Baum , pensador polaco nacido en 1925.  Hace un análisis muy juicioso de las felicidades aparentes y de los resultados penosos para quienes se embarcan en esos paraísos deleznables. Lo copiaré para enviarlo de nuevo en estos días.
Creo que todos debemos ocuparnos con seriedad de hacer de la vida, de nuestra vida, una obra de arte, siempre atentos a que hay fragilidades que no está en nuestras manos eludir, también pendientes del drama del sufrimiento humano, y de todos los absurdos en los que viven muchos hombres y mujeres. Alguien que se toma con empeño un camino de espiritualidad debe estar siempre en trance de discernimiento ante estas realidades, las propias y las de los demás.
Esta consideración es para que nos introduzcamos intensamente en la capacidad que Jesús tiene para re-encantar la vida de las personas, como sucede hoy con la viuda de Naín, desconsolada por la muerte de su hijo: “El Señor, al verla, se compadeció de ella y le dijo: no llores más. Y, acercándose, tocó el ataúd. Quienes lo llevaban, se detuvieron. Entonces dijo: muchacho, a ti te digo: levántate. El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre” (Lucas 7: 13-14).  Jesús hace posible que esta mujer recupere su razón de vivir.
Este es un elemento clave para comprender las señales milagrosas que El realiza, según lo refieren los cuatro relatos evangélicos.  Jesús, en nombre de Dios, es constituído como salvador y liberador de lo que limita al ser humano: el pecado, la muerte, el sin sentido, el vacío, y lo re-significa haciendo que la vida, aún en medio de las referidas contradicciones, adquiera sentido y se defina a partir de la esperanza.
Hagamos nuestra oración de hoy trayendo a la memoria situaciones díficiles que hayamos vivido, qué han significado en nuestra historia? Las hemos evadido? O hemos tenido el coraje para hacerles frente? Nos han traído sabiduría, discreción, valoración de todo lo que somos y tenemos? Hemos sido testigos de los procesos de recuperación de otras personas cercanas a nosotros?
El encuentro con Jesús no es  para un milagrerismo facilista, El es cauce de Dios para nosotros transformando nuestro corazón, asumiéndonos para Dios a través de El, modelando en nosotros su misma humanidad y donándonos su divinidad. Sí es real que Jesús opera en nosotros el milagro de vivir con sentido, pero esto no sucede por magia, sino por su intervención en nuestra vida, y por la apertura de nuestra libertad a esta gracia.
La felicidad no reside en los bazares artificiales que nos “venden” apariencias de ser humano, sino en la densidad donde se encuentran lo divino y lo humano, como en Jesús. El recupera la vida , como al hijo de la viuda de Naín, la eficacia salvadora de su misión restaura en nosotros lo que pierden el pecado y la muerte, y nos inserta en la trascendencia hacia el Padre.
Hagamos alto en el camino: esto no es para pensarlo a la carrera, aquí está la jugada maestra del buen vivir. Entremos en ámbito de silencio y dejemos que El nos fascine y nos reviva!
Este es el empecinamiento evangélico y humano que anima a COMUNITAS MATUTINA, sigamos en el mismo y acompañemos a todas las personas de nuestra LISTA en este encuentro restaurador con el Señor, también nosotros somos materia de esa restauración, de esa nueva manera de vivir, como la que inspiró al Padre Arrupe y a Monseñor Romero. Amén.

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