lunes, 14 de noviembre de 2011

Algo para pensar y orar en esta semana

¿Qué sucede después de la muerte? Esta pregunta no nos deja, aunque es muy raro que se pregunte públicamente. En la confusión de nuestro tiempo, muchos creyentes han adoptado una actitud de “esperar y ver”. Algunos creen en Dios; pero no en una vida que vendrá. Otros creen en una vida del más allá; pero no creen en Dios! Para una madre de familia, el tema de la vida que vendrá no se le presentó, hasta que uno de sus hijos le preguntó, al asistir a un funeral: “Mamá, qué está dentro de esa linda caja de madera con flores encima?”  Y luego: “Mamá, tú también vas a morir?” Y en seguida: “¿Donde vas a ir? ¿Puedo yo ir también?”. El cristianismo nos abre una amplia visión de la vida que vendrá. No tienes que ser cristiano(a) para llegar a la próxima vida; pero si lo eres, varias situaciones se presentan. Ser cristiano significa pertenecer a una iglesia en particular, y una adhesión a una Regla Dorada que es común para muchas religiones: “Trata a los demás como deseas que te traten a ti”. Pero la cristiandad es mucho más que eso: está orientada hacia el futuro de toda la humanidad. Declara que Dios, en Jesucristo, intervino creativamente en nuestra historia, por lo que nuestras vidas no sólo tienen significado en el presente, sino que poseen un significado trascendente. Nos enseña que nuestro destino se extiende más allá de este mundo; que somos creados para ser felices en la vida eterna, junto a Dios. Entonces, para ser un verdadero cristiano, nos debemos comprometer a mantener la esperanza en la vida del mundo que vendrá. La vida eterna es nuestra herencia, guardada por el Dios que nos ama. Éste es la gran promesa de Jesús.
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