viernes, 18 de noviembre de 2011

VIERNES 18 DE NOVIEMBRE

Lecturas
1. 1 Macabeos 4: 36-37 y 52-59
2. Salmo 97:1-6
3. Lucas 19:45-48
En la tradición de Israel Jerusalem y el templo de esta ciudad son mucho más que lugares físicos, son espacios cargados de sentido vinculante para el encuentro con Dios. Las referencias son múltiples en los escritos proféticos, sapienciales, en los salmos, también los libros históricos del Antiguo Testamento refieren todas las vicisitudes que se viven en torno a estos lugares. Todo esto porque la tradición creyente del judaísmo los ha dato de esta fuerza significativa.
Por otra parte, hemos visto cómo una tendencia notable de esta religión la ha convertido en una fuerte institución cargada de leyes agobiantes, de rituales minuciosos, de prescripciones milimétricas, todo esto rodeado de una gran soberbia religiosa , y ha dejado de lado la auténtica conversión a Dios y el ejercicio de la misericordia.
Por eso, uno de los temas reiterativos del ministerio público de Jesús contiene confrontaciones tan fuertes como esta: “Está escrito: mi casa será casa de oración, pero ustedes la han convertido en cueva de ladrones” (Lucas 19: 46). Se refiere no sólo a la práctica de vender en la entrada del templo los animales para los sacrificios sino a toda esta realidad, juzgada pecaminosa por El, de hacer predominar la forma sobre el fondo, de la intransigencia en materia del cumplimiento de la ley y de la absolutización de la misma, del culto vacío de amor, como tantas veces sucede cuando las religiones se convierten en superestructuras y olvidan que el genuino templo es el corazón del ser humano.
Todo esto grito profético de Jesús va para purificar la relación con Dios y para cambiar de raíz el lugar del encuentro con El: es la experiencia humana, la vida de cada día, la conducta que se inspira en Dios, la existencia honesta y pulcra, el servicio a los demás, la atención solidaria a los que sufren, la reivindicación de la dignidad del ser humano, la conciencia explícita de tener al Padre haciendo de nuestra vida un templo, y este constante y creciente proceso de configurar todo lo nuestro con el Señor.
Por este rigor en confrontar la religión judía, sus dirigentes “buscaban matarlo. Pero no encontraban el modo de hacerlo, porque el pueblo entero estaba escuchándolo, pendiente de su palabra” (Lucas 19: 47-48). Desde la óptica de la Ley y desde la visión de sacerdotes , escribas y fariseos, Jesús atenta contra la sacralidad de sus tradiciones , es un hereje y blasfemo porque asume un proceder con autoridad de Dios, y por eso “merece” ser sometido a juicio y condenado a muerte.
Qué nos dice todo esto en términos de la pureza de nuestra experiencia religiosa? En estas propuestas de oración este ha sido un asunto reiterado, es la purificación de nuestra relación con Dios para no instrumentalizarla ni alejarla de su significado liberador y trascendente, para no reducirla a un tinglado de leyes y rituales, para que sea siempre el lugar del acontecer de Dios transformándonos en El a través del Señor Jesucristo.
A este respecto, recordemos el diálogo de Jesús con la mujer samaritana en Juan 4:1-26, especialmente esto: “Ha llegado la hora en la cual los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad. El Padre quiere ser adorado así. Dios es espíritu y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad” (Juan 4: 23-24). Con estas palabras Jesús está proponiendo un nuevo modelo de relación con Dios, que rompe con el viejo paradigma ritual-legalista para dar paso al ser humano y a su vida como ámbito de este vínculo fundante. Jesús es el nuevo templo y por El pasa la mediación del encuentro de Dios con el ser humano.

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