domingo, 6 de noviembre de 2011

DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE


Lecturas
1.      Sabiduría 6: 12-16
2.      Salmo 62:2-8
3.      1 Tesalonicenses 4: 14
4.      Mateo 25: 1-13
Es el domingo 32 del tiempo ordinario.
Cuando se aproxima el final del año litúrgico la Palabra nos propone un asunto esencial, y es acerca de nuestra actitud ante lo definitivo de la vida.Lo presenta a través de la muy conocida parábola de las jóvenes prudentes y también de las necias, imprevisivas, ante la llegada del novio a la fiesta de bodas: “Entonces el reinado de Dios será como diez muchachas que salieron con sus candiles a recibir al novio. Cinco eran necias y cinco prudentes. Las necias tomaron los candiles, pero no llevaron aceite. Las prudentes llevaban frascos de aceite con los  candiles.” (Mateo 25:1-4).
Si examinamos con atención los capítulos 24 y 25 de Mateo podremos apreciar que tienen un denominador común: Còmo ha sido nuestra vida? Cuàl es la actitud que la ha sustentado? Cuàles los valores que la han fundamentado? Ha sido una vida despreocupada, ligera, sin prioridades constitutivas y trascendentes? O, màs bien, nos hemos preocupado por lo esencial, entendiendo por esto último nuestra disposición para Dios, para la trascendencia, para el programa que Jesùs nos ha indicado como camino de realización?
Aquì salen a relucir la solidaridad, lo tantas veces dicho de la projimidad, de la decisión constante y coherente de dar vida a los últimos del mundo, del servicio, de la actitud para con la dignidad humana, de la libertad ante el poder, el dinero, la fama, para acceder a un talante que tenga sus raíces en Dios. Es decir, si nuestra ha vida ha sido fecunda en espíritu y en humanismo, si hemos sido “grano de trigo” que cae en tierra y germina.
Lo que se nos està sugiriendo es como un balance de la vida hecho en  la clave del proyecto de Dios en nosotros. Una buena pregunta para orientar la oración de este domingo puede ser la misma que se formulò Ignacio de Loyola, con tres aspectos: Què he hecho por Cristo? Què he dejado de hacer por El? Què debo empezar a hacer?
El seguimiento de Jesùs no es un culto idolátrico a su persona sino una configuración plena con El para acceder a un modo de ser humano que nos lleva a la plenitud de Dios a través del ejercicio constante y creciente de una ética de la projimidad, es el ser humano entendido y asumido como el lugar donde acontece Dios para nosotros. Aquì està la esencia del buen vivir para la sabiduría evangélica, este es el “aceite” que nos dispone en saludable  vigilancia para encender nuestros candiles ante la llegada del novio.
Como es natural, esto no es un asunto de última hora, sino de toda la vida que se asume en esta perspectiva. En cierto contexto religioso católico la gran preocupación cuando alguien està a la puerta de terminar su vida, es que se marche con los últimos sacramentos, unciòn de los enfermos, penitencia, eucaristía, asì su vida  no haya sido un modelo de rectitud y de solidaridad, si al final recibe esta “pòliza de seguro”, todo se arregla. Es la concepción mágica del dinamismo de los sacramentos, y el desconocimiento de la sacramentalidad de toda la vida que es historia del suceder de Dios – o del no suceder – en cada ser humano.
La vigilancia a la que Jesùs nos invita con esta parábola es a la de una sabiduría esencial que determina todas nuestras motivaciones, intenciones, actitudes y conductas, desde siempre, aùn a sabiendas de que en algún momento de nuestro devenir podremos incurrir en actos desordenados, contrarios al amor de Dios y del prójimo, por aquello de la tendencia que tenemos a distorsionar las decisiones de nuestra libertad  ante El, y que en la tradición teológica cristiana se llama pecado original. Y esto Jesùs lo plantea de modo perentorio: “Por tanto, vigilen, porque no conocen el dìa ni la hora” (Mateo 25:13).
Este es un criterio de discernimiento y valoración para la totalidad de nuestro recorrido vital. A què le hemos apostado? En què valores hemos arraigado nuestras decisiones? Los seres humanos sufrientes, humillados, ofendidos, víctimas de la injusticia, han estado en la mira prioritaria de nuestras opciones? El modo de vivir honesto, responsable, espiritual, ha sido inspirador para todo lo nuestro? Y vislumbramos a Dios como el principio y fundamento de todo esto?
O, màs bien, hemos llevado la vida como “vano honor del mundo”? Bùsqueda afanosa de prestigio y de poder? Acumulaciòn desmedida de dinero y de bienes materiales? Ambiciones egoístas? Individualismo a ultranza? Desconocimiento de las necesidades de los demás? Culto a nosotros mismos? Ausencia de Dios? Ausencia de prójimo?
Estas son las cuestiones a las que nos lleva esta parábola de las jóvenes prudentes, de las jóvenes necias? Donde estamos? Se trata de ir por la vida, felices sì, disfrutándola y haciendo disfrutar de ella a muchos y muchas, apasionandos por la misma, pero a partir de una sabiduría que tiene origen en Dios mismo: “La sabiduría es radiante e inmarcesible, la ven sin dificultad los que la aman, y los que van buscándola, la encuentran; ella misma se da a conocer a los que la desean” (Sabidurìa 6: 12) y : “por tanto, el deseo de la sabiduría conduce al reino” (Sabidurìa 6: 20).
Tenemos claro que en la concepción bíblica sabiduría no es la erudición acadèmica sino el sentido esencial de la existencia a partir de la experiencia de Dios en nosotros, llevándonos por aquello que dice el salmo: “Oh Dios, tu eres mi Dios, por ti madrugo; mi garganta tiene sed de tì, mi carne desfallece por tì, en un paràmo reseco, sin agua” (Salmo 62: 2).
Que quede claro que esto NO es para fundamentalistas, ni para aquellos que interpretan que Dios nos pide deshumanizarnos y adoptar estilos religiosos fanáticos, como muchos que desafortunadamente están de vuelta. Esto es para hombres y mujeres encarnados en la realidad de este mundo, ecuánimes y sensatos, abiertos a las muchas búsquedas de la humanidad, dialogantes, abiertos, reconocedores de las riquezas que nos brinda la diversidad humana, y halladores de Dios en todas estas evidencias.
Entremos en este ámbito de oración con esperanza, con serenidad interior, con la disposición de ponderar toda nuestra historia, y constatando, guiados por el Espìritu, si ella ha sido y es vigilante, sabia, esencial, teologal y humana, fraterna y generosa. La preparación para el momento último no es al final se trata de que toda la vida se asuma como disposición creciente y constante para Dios, para lo definitivo. Esta es la lógica esperanzada de la prudencia reflejada en las muchachas que portaban consigo el frasco de aceite para el candil, aguardando felices la llegada del novio.

Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana

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