domingo, 20 de noviembre de 2011

Algo para pensar y orar en esta semana

¿Qué planea Dios para nuestro destino final? Muchos temen que en la nueva vida, Dios, en alguna forma, nos va a tomar a su cargo y va a quitarnos la libertad para ser nosotros mismos. Pero la acción de Dios se trata no de someternos, sino de darnos libertad, el libre albedrío, este regalo que tanto valoramos. Dios es libre, y nos invita a ser libres. Los padres, lo que mejor desean para sus hijos, es que lleguen a ser personas totalmente libres; lo mismo desea Dios para nosotros. La libertad no es la capacidad para no hacer nada, o ser egoístas; ser plenamente libres es ser capaces de expresar nuestro potencial, apropiada y plenamente: ésa es la libertad que nos trae Jesús. El Nuevo Testamento está lleno de ella: Jesús proclama la libertad para los cautivos y los oprimidos (Lucas 4:18). Pablo declara:”Para ser libres, el Mesías nos ha liberado” (Gálatas 5:1). La historia de la salvación, en su totalidad, se trata de la liberación de las numerosas trampas de esclavitud política, pecado, leyes y muerte, que inhiben al pueblo de Dios para vivir sus vidas en plenitud. “Ese Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor hay libertad”. (2 Corintios 3:17). La libertad es la meta para todos nosotros. El gran teólogo Baltasar nos indica que cuando Dios dice: “Sed santos porque Yo soy Santo” (1 Pedro 1.16), significa “Sed libres como yo soy libre”. Esto puede ayudar a despejar el temor de que Dios limitará nuestra autonomía. Dios no es un Dios dominante, sino que desea hacernos “plenamente vivos”, como dijo San Ireneo muchos años atrás, en una profunda amistad con Dios y con cada uno de nosotros y nosotras.

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