jueves, 3 de noviembre de 2011

JUEVES 3 DE NOVIEMBRE

Lecturas
1.      Romanos 14: 7-12
2.      Salmo 26:1-4 y 13-14
3.      Lucas 15: 1-10
En el calendario litúrgico de la iglesia universal es la memoria de San Martín de Porres, en el de la Compañía de Jesús conmemoramos al Beato Rupert Mayer.
Dos parábolas trae el evangelio de este jueves, la de la oveja perdida y la de la moneda idem. Se han puesto Ustedes a pensar en la extrema sencillez de estos ejemplos que Jesús pone para enseñar la lógica del Reino de Dios? Carecen de toda complejidad, son más que simples. Sin embargo, ahí está la jugada maestra del asunto, porque la propuesta que El nos hace tiene la pretensión de ser incluyente en grado máximo, lo que significa que hay que posibilitar la comprensión, más que intelectual, existencial, de este nuevo orden de vida y de sentido del que El es el portador.
Pensemos, por ejemplo, en todos los requisitos que se piden para ingresar a ser miembro de un club social, es bastante dispendioso, de alto costo económico y, al final, aislante del resto de la humanidad, porque la gente de los clubes es una élite que generalmente se siente superior al común de los mortales. Poco atractivo el asunto para quien se siente interesado en una vida más esencial.
En cambio, a Jesús le apasiona la inclusión porque lo suyo está arraigado en la iniciativa del Padre Dios que nos mira a todos con la misma óptica. De acuerdo con esto el reino tiene que ser asequible, pero – eso sí! – no facilista, esto último en el sentido de que hay una opción fundamental que es estructurante de todos los compromisos de la vida, y un talante que permea de novedad evangélica la mentalidad, las actitudes y las conductas de quienes libremente deciden acogerse a este estilo, seductor y apasionante.
Dentro de esa visión podemos captar mejor el significado de estas palabras: “Quien de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va a buscar a la descarriada hasta que la encuentra?” (Lucas 15: 4) o: “O qué mujer , si tiene diez monedas y se le pierde una, no enciende una lámpara, barre la casa y busca con todo cuidado hasta encontrarla?” (Lucas 15: 8).
Cuando muchos de los modelos humanos de agrupación son tan excluyentes, tan clasistas, tan abiertamente inequitativos, o cuando los desprecios y las condenas se nos convierten en el modo habitual de señalar a hombres y mujeres porque “no son buenos como nosotros”, Jesús está indicando que hay que ir a buscar al que “está perdido”, y que se impone de hacerlo con carácter infatigable hasta lograr el gozo de su retorno, sano y salvo.
Pienso en los cancerberos religiosos – y disculpen la expresión que es muy fuerte – que se encargan de impedir el acceso a los bienes espirituales poniendo trabas, determinando prohibiciones, cerrando puertas. Todo esto es en contravía del reino de Dios y su justicia.
Muchos hombres y mujeres desvían el camino porque siempre han sido agredidos, descalificados, humillados, no han conocido la acogida, el afecto, el respeto, el reconocimiento de su dignidad; así, su autoestima desciende y adoptan el modo del que nada tiene que perder porque ya todo lo perdió, abandonándose a una suerte fatal. Integremos esto en nuestra oración y miremos con compasión y misericordia a esta multitud de “perdidos”: Dios nos habla a través de ellos? Nos desafía? Toca nuestra conciencia?
Si la pasión de Dios revelada en Jesucristo es una apuesta total por la plenitud del ser humano, cómo no acatar esta provocadora iniciativa de traer a la vida, al sentido, a la mesa del reino, a toda esta humanidad extraviada? Llamémosla “operación rescate”, intensa, infatigable, solidaria, comprometida, siguiendo de la mejor manera el modo de proceder de Jesús.
La vida vale la pena, es satisfactoria en alto grado, cuando se la dedica a un ideal como este. Hagamos de esta consideraciones incluyentes la materia de nuestra oración y de nuestras decisiones en esta mañana de noviembre.

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