lunes, 7 de noviembre de 2011

LUNES 7 DE NOVIEMBRE


Lecturas
1.      Sabidurìa 1: 1-7
2.      Salmo 138:1-10
3.      Lucas 17: 1-6
Cada dìa Jesùs nos sorprende con novedades acerca de eso que llamamos “el reino de Dios y su justicia”, justamente porque se trata de un proyecto inagotable, de un estilo de vida que no conoce lìmites porque procede de la abundancia de Dios, y de su iniciativa para que nuestra vida se consume en El.
Hoy empieza diciéndonos: “Es inevitable que haya escándalos, pero: ay del que los provoca! Màs le valdría que le encajaran en el cuello una piedra de molino y lo arrojaran al mar, antes de escandalizar a uno de estos pequeños” (Lucas 17: 1-2). Como hemos insistido tan frecuentemente, el lenguaje de la propia vida construye o destruye. Lo primero es coherencia-testimonio, lo segundo, inconsistencia.
En oración, volvamos sobre el penoso asunto de los escándalos sacerdotales. Quien ha sido constituìdo como un referente para la comunidad, como una concreción de los valores del Evangelio, y con su proceder los anula, ofendiendo a Dios y a seres humanos de carne y hueso, merece que “le encajen en el cuello una piedra de molino y lo arrojen al mar”, palabras durísimas del Señor para señalar la gravedad extrema de estas conductas.
Aquì, no se trata solamente de rasgarnos las vestiduras sino también de ofrecer nuestra vida – aunque directamente no seamos responsables de estos hechos – como expiación y purificación por todo el dolor causado a las víctimas y por manchar la dignidad de estas personitas, del ministerio sacerdotal, de la Iglesia, de la causa de Jesùs. Tenemos aquí un lugar de oración permanente, y una confrontación severa de Dios para redimir y superar todo el mal causado.
Igualmente, el Señor nos invita a una valoración constante de todo nuestro ser y quehacer, para ponerlo en valoración con El mismo: si nuestra vida habla de El, si somos evangélicamente convicentes, si nos esforzamos por tener una existencia digna, si somos en todo transparentes, si todo lo nuestro es portador de la Buena Noticia.
Tambièn, en el texto de hoy, se nos hace un planteamiento muy costoso: “Esten en guardia: si tu hermano peca, repréndelo; si se arrepiente, perdónale. Si siete veces al dìa te ofende y siete veces vuelve a tì diciendo que se arrepiente, perdónale. (Lucas 17: 3-4). Este es un elemento esencial del estilo de vida que Jesùs nos ofrece para ser seres humanos plenos en el Padre. Y es al mismo tiempo muy exigente para la habitual lógica humana de venganza y cobro de cuentas. Instintivamente tendemos a recuperar el honor perdido practicando con el ofensor lo mismo que èl nos hizo, y se considera tonterìa, necedad, falta de autoestima, no actuar asì. Perdonar es un verbo desconocido para esta mentalidad.
Esta es otra de las grandes novedades – de las mayores ¡ - de Jesùs. Vayamos a nuestro interior y revisemos si allì hay rencores y resentimientos vigentes, probablemente procesados racionalmente pero no sometidos al Espìritu, y constatemos què consecuencias tiene esto en nuestro diario vivir. Malestar? Conciencia intranquila? Sentimiento de estar incompletos? Amargura? Ausencia de Dios y de prójimo?
El perdón enaltece al ser humano, y es una de las màs notables evidencias de la presencia de Dios en alguien. Saboreemos esto con detenimiento en la oración de hoy y consideremos los alcances de crecimiento espiritual y humano que conllevan la disposición y la pràctica del perdón y de la reconciliación.
En Colombia hay muchas guerras en proceso: de familias, de tendencias políticas, de animadversiones sociales, de odios ancestrales, de desconocimiento de lo diferente de nosotros, de intolerancia, de violencias sin fin, con muchos orígenes. Tiene que haber justicia para las víctimas y para los victimarios, pero también tiene que darse un trabajo individual y social para restablecer las posibilidades de encuentro, de reconfiguración del tejido social, de justicia reconstructiva y restaurativa, de que cada ser humano que vive en Colombia sienta que vivir con dignidad es viable. Y en esto el perdón que Jesùs exige tiene un papel definitivo.
Dejèmonos llevar por el Espìritu en este asunto esencial.

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