domingo, 13 de noviembre de 2011

El Mensaje del Domingo, por Gabriel Jaime Pérez, S.J., XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A –Noviembre 13 de 2011

En aquel tiempo Jesús dijo esta parábola: “Va a suceder lo que sucedió cuando un señor se fue de viaje y llamó a sus servidores, y los dejó encargados de sus bienes.  A uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos y a otro uno, a cada cual según sus habilidades, y se fue. El que había recibido cinco talentos fue enseguida y empezó a negociar con ellos, y ganó otros cinco. De igual manera el que había recibido dos, ganó otros dos. Pero el que había recibido uno  hizo un hoyo en la tierra y enterró la plata de su señor. Al cabo de mucho tiempo regresó el señor y les pidió cuentas a sus servidores.
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó diez  diciéndole: ‘Señor, cinco talentos me diste; mira, gané otros cinco’.  El Señor le dijo: ‘Muy bien, servidor bueno y fiel. Como fuiste fiel en lo poco, te confiaré lo mucho. Siéntate a la mesa con tu señor’. Luego se acercó el que había recibido dos y dijo: ‘Señor, dos talentos me diste; mira, gané otros dos’. El Señor le dijo: ‘Muy bien, servidor bueno y fiel. Como fuiste fiel en lo poco, te confiaré lo mucho. Siéntate a la mesa con tu señor’. Finalmente se acercó el que había recibido un talento y dijo: ‘Señor, supe que eres exigente, que cosechas donde no sembraste y cobras donde no invertiste; tuve miedo, y me fui y escondí la plata bajo tierra. Aquí está tu plata’. El señor le respondió: ‘Servidor malo y perezoso, ¿sabías que cosecho donde no sembré  y cobro donde no invertí? Pues debías haber puesto mi plata en el banco, para que al regresar me la devolvieras con la ganancia. Quítenle pues el talento y y dénselo al que tiene diez. Porque al que tiene le darán más y tendrá de sobra; pero al que no tiene, le quitarán hasta lo que tiene. Y a ese servidor inútil échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’.” (Mateo 25, 14-30).
Jesús nos exhorta en el Evangelio a estar preparados para el momento de nuestro encuentro con Él en la eternidad, poniendo a producir con diligencia y responsabilidad en esta vida las capacidades o talentos que hemos recibido. Revisemos entonces cómo estamos respondiendo, tomando en cuenta también las otras lecturas de este domingo [Proverbios 31, 10-13.19-20.30-31; Salmo 128 (127); I Tesalonicenses 5, 1-6].

1.- La parábola de los talentos
El talento era una unidad monetaria de uso común en el imperio romano, que equivalía a cien libras de plata. A partir de esta primera significación, y precisamente con base en la parábola del Evangelio de hoy, pasó a convertirse en sinónimo de las capacidades de cada ser humano. Por eso en las organizaciones se suele hablar del “talento humano”, consistente en las capacidades de las personas que las componen.
Cada ser humano ha recibido de Dios unos talentos específicos. Unos han  recibido más que otros, cada quien con sus propias  cualidades y posibilidades. ¿Qué estoy haciendo con mis talentos, con mis capacidades? ¿Las estoy haciendo rendir constructivamente? ¿O las estoy desperdiciando como el perezoso de la parábola que enterró su talento, sin realizar el esfuerzo que implica poner a producir lo recibido?
Queda resonando la reflexión final de Jesús: “al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene”. Su significado corresponde a la situación en que estemos cuando tengamos que rendirle cuentas al Señor al encontrarnos con Él en la eternidad. Si tenemos y podemos presentar como producto las buenas obras resultantes de un  trabajo honesto y constructivo, Dios nos dará una vida eternamente feliz. Pero a quien se presente con las manos vacías, hasta lo que había recibido le será quitado. En últimas, de lo que se trata es de hacer producir lo que el Señor nos ha dado, a partir de los dones recibidos de Él.

2.- El valor del trabajo productivo
La primera lectura de este domingo, tomada del final del libro de los Proverbios (31, 10-13.19-20.30-31), es un poema acróstico en el que cada verso comienza por una de las letras del alfabeto hebreo en su orden.  Este poema exalta a la mujer que, en vez de entregarse a la vanidad superficial y egoísta, dedica su vida al trabajo honesto y productivo para el bien de su hogar y también para abrir sus manos al necesitado.
Es una imagen que se opone al culto idolátrico de la apariencia física. Una apariencia con frecuencia engañosa, marcada por la ansiedad anoréxica, la vaciedad de la mente y la ausencia de valores espirituales. En este sentido, podemos preguntarnos, por ejemplo, cuál es el ideal de mujer que promueven las pasarelas y las imágenes de una publicidad con frecuencia más orientada al consumo superfluo que al verdadero bienestar humano.

3.- “Así, pues, no durmamos como los demás,  sino estemos vigilantes…”
La conclusión del texto que nos ofrece la Carta del apóstol Pablo a los primeros cristianos de la ciudad griega de Tesalónica (I Tesalonicenses 5, 1-6), se relaciona directamente con el discurso "escatológico” -es decir, referente a los últimos tiempos-, del cual forma parte la parábola evangélica de Jesús sobre los talentos. A nuestro alrededor podemos ver la insensatez de quienes viven sumidos en la oscuridad de lo vacío y lo aparente, sin pensar en la dimensión trascendente de su existencia. Nosotros, como hijos de la luz, estamos invitados a no dejarnos sorprender con las manos vacías de buenas obras en el momento definitivo de nuestro encuentro con el Señor al final de nuestra vida presente.
El Salmo responsorial 128 (127) comienza diciendo en su versión tradicional: “Dichoso el que teme al Señor…”. Esta traducción suele llevar al malentendido de pensar que a Dios hay que tenerle miedo. Por eso es mejor la traducción que ofrece, por ejemplo, la edición castellana de la Biblia titulada DIOS HABLA HOY: “Feliz tú que honras al Señor y le eres obediente”. Es la obediencia a Dios la que nos hace posible ser felices, y esta obediencia consiste en emplear productivamente los dones recibidos de Él. Pidámosle su Espíritu Santo, para ser obedientes a su voluntad y así lograr la felicidad eterna.

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