domingo, 13 de noviembre de 2011

DOMINGO 13 DE NOVIEMBRE


Lecturas
1.      Proverbios 31: 10-31
2.      Salmo 127:1-5
3.      1 Tesalonicenses 5:1-6
4.      Mateo 25:14-30
El evangelio de hoy nos trae uno de los textos màs conocidos del Nuevo Testamento, la parábola de los talentos. Podemos decir que hace parte del “disco duro” de la humanidad desde hace veinte siglos, aunque muchos no lo asuman. Hace referencia a còmo vivimos y a còmo hacemos fecundo eso vivido. Es un texto que invita a la valoración de todo lo realizado, tiene mucho sentido porque estamos en el penúltimo domingo del año litúrgico, el siguiente es el último; entonces, la propuesta de la Palabra es una invitación a discernir nuestra biografía, nuestras realizaciones, a preguntarnos si nuestra historia personal es terreno abonado que ha generado frutos de nueva humanidad. Y especialmente si 2011 ha sido para nosotros un año de crecimiento en el Señor y en la genuina humanidad que El nos propone a través de Jesùs.
Tambièn vale la pena considerarlo en el contexto del primer año de COMUNITAS MATUTINA, interrogándonos por lo que esta experiencia ha significado en nosotros en términos de nuestra evolución  hacia  las cosas de Dios y hacia lo esencial de la vida. Es entonces, una jornada de oración muy sencilla porque su planteamiento es muy claro pero al mismo tiempo de notable densidad humana y espiritual.
Què pasa hoy con nuestra vida? Somos conscientes de todos los dones recibidos? Intelectuales, sociales, emocionales, laborales, comunicativos, èticos, estèticos, espirituales? Tenemos presente que se nos han dado para tener nosotros una mejor humanidad y, desde ahì, servir a otros propiciando que suceda lo mismo en ellos y ellas? Los vemos como regalo de Dios mediado en nuestros padres, familia, amigos, entorno social? Nos sentimos conscientes de estar en un plan de crecimiento y fecundidad?
O, por el contrario, estamos desperdiciando todas estas posibilidades con las que Dios y la vida nos han dotado? Vamos despreocupados sin esforzarnos por cultivarlas?  O nos damos a nosotros mismos continuos mensajes como “yo no puedo”, “eso es imposible”, “es demasiado complicado”? O nos sumimos en una especie de autismo aislándonos de los demás, de la dinámica social y comunitaria, y construìmos un mundo encapsulado en el que no admitimos ningún tipo de interacción con el criterio egoísta de que los demás estorban nuestro desarrollo personal? O simplemente echados por la borda las prioridades de la sabiduría trascendental y nos dedicamos a la vida fácil, sin ideales, y nos hipotecamos a las demandas del poder, del éxito individual, del dinero y la vida confortable, de la vanidad, del culto a todo lo que no libera?
Estas preguntas son claves para orar desde lo que nos propone esta parábola. Como bien lo sabemos, la intención de Dios es hacer de nosotros estupendos seres humanos modelados según esos valores que se derivan de la sabiduría bíblica, siempre referida a El para hacernos libres de idolatrìas, de hipotecas de nuestra dignidad, y para promover en cada uno-a una realidad de vida que sea plena y feliz en el amor y en todo lo que Jesùs diseña como proyecto en las Bienaventuranzas. Y, màs concretamente, en Jesùs se da el modo especìfico de cultivo y desarrollo de todo esto. Lo que quiere decir que estamos llamados a dar cuenta al Padre de còmo hemos hecho rendir su iniciativa y regalos en nosotros.
A esto se refieren las palabras: “El reino de Dios es como un hombre que se marchò al extranjero; antes llamò a sus servidores y les encomendò sus posesiones. A uno le diò cinco millones, a otros dos, a otro uno; a cada uno según sus capacidades”. (Mateo 25:14-15).  Y màs adelante: “Pasado mucho tiempo se presentò el amo de los servidores para pedirles cuentas” (Mateo 25: 19).  A los dos que se esforzaron en hacer productivo lo recibido les dijo: “Muy bien ,siervo fiel y cumplidor; has sido de fiar en lo menudo, te pondrè al frente de lo importante. Entra en la fiesta de tu amo” (Mateo 25: 23). Pero al que fue temeroso y escondió los dones sin ponerlos a producir lo confrontò con severidad: “Siervo indigno y holgazán, puesto que sabìas que cosecho donde no sembrè y recojo donde no esparcì, tenìas que haber depositado el dinero en un banco para que, al venir yo, lo retirase con los intereses. Quìtenle el millón y dénselo al que tiene diez” (Mateo 25: 26-27).
Es tan nítido el mensaje que no requiere de mayores explicaciones. Pero es bueno advertir que esto no se refiere a sobresalir sobre los demás en términos de jerarquías, de mayor poder y riqueza material, o de ese tipo de éxito y liderazgo de corte neoliberal muy en boga en cierto tipo de literatura y de cursos, sobreabundantes hoy, que quieren hacer ver que el verdadero ser humano es el que “triunfa” en la vida convirtiéndose en un ejemplar destacado de este sistema individualista, competitivo, materialmente ganancioso, sin sentido de trascendencia. No: ese no es el ser humano que propone Jesùs, este ya lo conocemos muy bien.
Nos sentimos haciendo rendir todos los dones del reino de Dios y su justicia? Somos hoy màs solidarios, màs comprometidos con los seres humanos que reclaman dignidad? Nuestra pasión es la justicia y la plenitud del hombre y de lo mujer? Nos apasionan la libertad, el amor, la vida en el Espìritu, y descubrimos en todo ello a Dios Padre dotándonos de todo lo que requerimos para esta seductora aventura?
El texto del libro de los Proverbios, que diseña el perfil ideal de una mujer, es una concreción de todo esto, un poema a la autèntica feminidad, una explicitación de còmo un ser humano hace rendir todo lo recibido para seguir este plan de dignidad. “Una mujer hacendosa, quien la hallarà? Vale mucho màs que los corales” (Proverbios 31: 10).
En contraste con ese modelo femenino decadente de belleza apenas física, de medidas perfectas, tan publicitado en el modelaje y en los reinados, tan superficial, tan poco respetuoso de las inmensas posibilidades de ellas, el autor bíblico nos propone un ideal de mujer realizado por el compromiso con su hogar, por su laboriosidad, por su amor al esposo y a los hijos,por su generosidad, por el buen trato a sus servidores, por su vigor para enfrentar los retos de la vida, por su fuerza y dignidad: “Muchas mujeres reunieron riquezas, pero tù las ganas a todas. Engañosa es la gracia, fugaz la hermosura, la que respeta al Señor merece alabanza” (Proverbios 31: 29-30). Hermoso relato de humanidad, de genuina feminidad.
Oremos evocando a nuestras madres, hermanas, novias, esposas, hijas, amigas. En todas ellas: el rostro materno de Dios. Y demos gracias por su fecundidad, porque nos cuidan y aman, porque recibimos el beneficio de su  ternura y espiritualidad, de su disposición para el servicio, de su capacidad para cuidar de toda la creación.
Para concluir, San Pablo hace unas advertencias a los Tesalonicenses acerca de la venida del Señor: “A ustedes, hermanos, como no viven a oscuras, no los sorprenderà ese dìa como un ladròn. Son todos ciudadanos de la luz y del dìa; no pertenecemos a la noche ni a las tinieblas. Por tanto, no durmamos como los demás, sino vigilemos y seamos sobrios” (1 Tesalonicenses 5: 4-5).
Estas palabras son estimulantes para este compromiso de cultivar todos los talentos recibidos para el reino de Dios y su justicia, vale decir, para una humanidad que se toma en serio, que encuentra en Jesùs la alternativa para ser feliz, para amar, para ser portadora de sentido y de esperanza, para servir a muchos , sin lìmites!, para que Dios nos fecunde configurándonos con su Hijo. Asì vale la pena vivir, y esto nos convierte en testigos de lo definitivo bien arraigados en esta historia y en esta tierra, pero proyectados a ese futuro pleno donde el Padre nos aguarda para la fiesta que nunca se terminarà.

Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs – Pontificia Universidad Javeriana
13 de noviembre de 2011

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