sábado, 26 de noviembre de 2011

SABADO 26 DE NOVIEMBRE


Lecturas:
1.      Daniel 7:15-27
2.      Salmo Daniel 3: 82-87
3.      Lucas 21: 34-36
Todo este capítulo 21 de Lucas está orientado a crear las disposiciones de vigilancia y advertencia para aguardar con esperanza al Señor que viene para nuestra plenitud, ante lo que se impone decir que esta no es una cuestión de última hora, sólo cuando nos encontramos en situación límite, ni tampoco de la angustia que causa el no tener más alternativas: “de modo que no los sorprenda de repente aquel día” (Lucas 21:34).
Veámoslo desde la clave de una vida que se asume sensatamente para Dios y para la construcción de una vida de prójimos, de vínculos y encuentros, apropiando los valores prioritarios de las bienaventuranzas. Cultivar un modo de vivir definido por todo lo que Jesús nos propone como alternativa de sentido, relación profunda con el Padre, configuración con el Hijo, vida justa y transparente, servicio a toda la humanidad, emprendimiento y laboriosidad, sabiduría de lo esencial, austeridad, gozo y esperanza de saber que la historia del ser humano, así asumida, no concluye en el absurdo, porque está legitimada por Aquel que nos desborda con su amor incondicional.
 Es como el dilema de los estudiantes: dejar para última hora la preparación de las pruebas académicas, con los consiguientes afanes y sobresaltos, o desarrollar el trabajo de estudio e investigación como algo permanente, de tal modo que cuando vengan los exámenes están suficientemente dispuestos y seguros del conocimiento y del análisis crítico frente al mismo.
Dice Jesús: “Pongan atención: que no se les embote la mente con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, de modo que no los sorprenda de repente aquel día……. Velen en todo momento” (Lucas 21: 34 y 36).
Pensemos en esto como en el emprendimiento espiritual. Hoy, en las universidades se trabaja con bastante intensidad para formar a los jóvenes estudiantes, como emprendedores, con la intención de que, al concluír su carrera profesional, tengan todas las competencias para desarrollar iniciativas laborales, empresariales, que les permitan ejercer todo lo aprendido de modo satisfactorio, derivando de ahí el sustento para vivir dignamente, y para superar eso tan traumatizante en este mundo neoliberal, la presentación de hojas de vida sin esperanza de vinculación.
Un indicativo de una persona madura, comprometida con su vida, es su creatividad para hacer frente a los retos de la existencia, su imaginación para buscar soluciones, su empeño para no dejarse tomar ventaja por las contradicciones, y también su estilo organizado y previsivo.
Cómo traducir esto a la totalidad de nuestro ser y de nuestro quehacer? Cómo llevar proyectos de vida sólidamente fundamentados? Vivimos llenos de afanes, siempre ocupados, sin tiempo para lo esencial? O distraídos en banalidades, haciendo la carrera del éxito social, sin ir a las preguntas radicales del ser humano: Dios, la muerte, el sentido, la trascendencia?
Estos son los interrogantes propios de la vigilancia cristiana. Tienen mucho sentido que se hayan formulado de modo más claro en esta semana, que es la última del año lítúrgico (porque mañana, domingo 27, empezamos el nuevo año, con el I Domingo de Adviento). Todo esto ha sido una batería de cuestiones para hacer un gran examen de conciencia, para preguntarnos sobre cómo vivimos, cuáles son nuestras razones de peso, qué debemos erradicar , cuáles aspectos fortalecer, y también cuáles asumir para llevar un relato vital vigilante y esperanzado.
La intención de todo esto es no desperdiciar la vida en lo accidental, en lo superficial, en lo pasajero. Se trata de que el Espíritu moldee en nosotros la sabiduría del ser, la espiritualidad profunda, el humanismo trascendental, la pasión enamorada de Dios y del ser humano, y todas las implicaciones que de aquí se derivan.
Oremos este sábado en un clima de esperanza y miremos con ilusión rebasando el horizonte: ahí está el Dios totalmente comprometido con nuestra felicidad: estamos dispuestos para El?

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