viernes, 4 de noviembre de 2011

VIERNES 4 DE NOVIEMBRE


Lecturas
1.      Romanos 15: 14-21
2.      Salmo 97:1-4
3.      Lucas 16:1-8
Hoy tenemos la parábola del administrador sagaz, vivo e inteligente para ganarse el favor de los deudores de su amo ante su inminente despido. De esto conocemos bastante en Colombia, la agilidad mental para diseñar estratagemas, para ganar siempre, para hacerse a lo que no corresponde, para beneficiarse, para “no dar puntada sin dedal”.
Esto traduce en la malversación de fondos, en peculados, en el manejo acomodaticio de las leyes, en el soborno, en el querer buscar beneficios sin cumplir los procedimientos establecidos, y en ganar “amigos” pagando favores. Es la “cultura” de lo fácil.
Estoy seguro de que las personas que integran COMUNITAS MATUTINA no hacen parte de este tipo de sagacidad. Pero, qué hacemos para contrarrestar la malignidad contenida en este estilo que lamentablemente se ha convertido en algo habitual en nuestro medio?
Jesús concluye la parábola diciendo: “Y es que los que pertenecen a este mundo son más sagaces con su propia gente que los que pertenecen a la luz” (Lucas 16: 8).  Que esto nos ponga a pensar seriamente sobre los alcances de esta expresión, porque indudablemente para hacer el mal se requiere un tipo de habilidad, de inteligencia, de perspicacia. Muchos de los delitos son indudables evidencias de “genialidad”, desde luego puesta al servicio del mal, es una inteligencia pervertida en su sentido.
Ya sabemos, porque es exigencia del mismo Jesús, que no basta con ser buenos, sino en desarrollar un modo de vida que sea la contrapartida profética del mal, trabajando junto a El para erradicar corruptelas, motivaciones oscuras, actitudes deshonestas, conductas saturadas de intenciones corrosivas. Es decir, que nuestra inteligencia sea una sagacidad inscrita en la lógica del Espíritu de Dios.
Por esto se impone superar un paradigma de cristiano beato, rezandero, poco o nada hábil para las cosas del mundo, ingenuo, con bajo nivel crítico, desentendido de la realidad. Este no es el modelo de ser humano que propone Jesús.
Una sagacidad de corte evangélico es hábil para interpretar la realidad, los signos de los tiempos, y para desentrañar lo que hay allí de propicio para la dignidad del ser humano, diferenciándolo de lo que nos envilece. Esto es el discernimiento. Aquí se impone una verdadera inteligencia espiritual.
Igualmente, hay que diseñar las estrategias del bien, los modos de trabajar constructivamente para arraigar en las conciencias el sentido de la rectitud, de la vida asumida responsablemente, del trascender hacia los demás, del llevar existencias justas y correctas. Esto no se logra con sermones ni con palabrerías reiteradas. Se obtiene a través del testimonio, de la persuasión sabia, de la pedagogía seductora que llega a los núcleos centrales de la persona, favoreciendo que todo esto se haga vivo en la interioridad de los destinatarios. Desarrollamos nosotros este tipo de sagacidad?
Gran ejemplo de esto es la acción misionera de los jesuitas de los siglos XVII y XVIII en las llamadas reducciones guaraníes (actual Paraguay, sur de Brasil, norte de Argentina, oriente de Bolivia). Allí se llevó a cabo una gesta misionera de notable inteligencia porque se ganó a las comunidades indígenas favoreciendo su organización social y comunitaria, respetando y promoviendo su cultura, destacando los valores de estas etnias, generando lo que hoy llamamos “desarrollo sostenible”, haciéndolos sentirse satisfechos con ellos mismos. Varios autores han estudiado esto con detalle. Penosamente las intrigas de poder político y de algunos eclesiásticos de la época, que no tuvieron la sutileza mental para apreciar este estilo apostólico, incurrieron en la torpeza monumental de terminar con esta experiencia. Esto está plasmado en la conocida película “La Misión”.
Miremos nuestra sociedad actual y veamos todas las campañas publicitarias que se hacen ,la intensidad de los medios de comunicación, el acoso de los mensajes, la sofisticación de la cultura electrónica. Qué nos dice todo eso a quienes estamos convencidos de que el mensaje de Jesús contiene las mejores posibilidades de plenitud? Cómo cultivamos una sagacidad propia de los hijos de la luz para valernos de estos recursos en orden a una más cualificada proposición de la Buena Noticia?
Y cómo esa misma inteligencia puede llegar a disolver los peligros de la sagacidad perversa que estamos cuestionando? Las palabras de Pablo son estimulantes en este orden de cosas: “Estoy convencido, hermanos míos, de que están llenos de bondad, repletos de todo conocimiento, preparados para aconsejarse unos a otros” (Romanos 15: 14).

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