jueves, 10 de noviembre de 2011

JUEVES 10 DE NOVIEMBRE


Lecturas
1.     Sabiduría 7: 22 a 8:1
2.     Salmo 118:88-91
3.     Lucas 17: 20-25
Resulta fuente de mucha enseñanza para la vida el encontrarse con personas discretas, profundas, serias, serviciales, que no están proclamando sus realizaciones ni buscando fama con ellas, optando más bien por aquello que llamamos el “bajo perfil”. Esto marca un contraste contracultural con todo este afán por brillar muy propio de la cultura neoliberal. Todo eso sobre lo que hemos pensando bastantes veces y que tiene que ver con el culto a la personalidad.
Igualmente podemos pensar en lo que es eficaz en términos del servicio al bien común: lo que es anunciado con bombo y platillos? Lo que se aumenta para dar la impresión de grandes logros? O más bien el trabajo silencioso, responsable, cuidadoso, que sin requerir grandes publicidades va creando una cultura del respeto?
El triunfalismo, la espectacularidad no encajan dentro del proyecto de Jesús, este sucede en otro “lugar”, tomemos en cuenta lo que El dice al respecto: “El reino de Dios no vendrá de forma espectacular, ni se podrá decir está aquí o allí, porque el reino de Dios ya está entre ustedes” (Lucas 17: 20-21).
La eficiencia de este no proviene del prestigio de una institución ni de su poderío social o político, tampoco de los informes de “resultados” ni de la complejidad de su organización, menos de los recursos financieros. También hay que decir que el reino no se reduce a determinadas formas religiosas, ni se identifica con las ideologías ni con los modelos de sociedad.
El reino de Dios sucede en las personas que se dejan cambiar por El, asumiendo como referente esencial de identidad al Señor Jesús. Acontece en quienes viven según el espíritu de las bienaventuranzas. Se expresa en quienes, a partir de la hondura de su experiencia de Dios, se dedican a practicar el servicio a los demás como fundante de sus proyectos de vida, en quienes luchan por la justicia, en quienes no alardean de poder, ni hacen descansar su felicidad en el dinero y en el consumo, en quienes no venden su conciencia a intereses egoístas, ni trafican con la religión.
La evidencia del reino está, entonces, en estos seres humanos que libremente configuran su vida con el proyecto de Dios, que no es otro que el de la plena realización de hombres y mujeres en un camino de libertad y de amor siguiendo el mismo modelo de Jesús, y este es un talante – bien lo sabemos! – de discreción , de sobriedad, de espiritualidad, de trascendencia.
Este criterio nos sirve para discernir dónde está el reino y donde no está, incluso en los ambientes religiosos, muchos de los cuales son “perfectos” en su estructura normativa y en sus disciplinas pero carecen de la densidad de Dios y del sabor de la auténtica humanidad.
Trabajemos en nuestra oración por detectar los rasgos “espectaculares” para generar su erradicación de nosotros, dejémonos impactar por las personas evangélicamente discretas, seamos críticos ante el brillo mundano, no nos fascinemos con esta cultura de lo aparente, y apuntemos al anonadamiento de Jesús. En el reino de Dios la importancia no es de poder sino de servicio, y este es por definición humilde y silencioso.

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