domingo, 28 de agosto de 2011

DOMINGO 28 DE AGOSTO


Lecturas
1.      Jeremìas 20: 7-9
2.      Salmo 63: 2-9
3.      Romanos 12:1-2
4.      Mateo  16:21-27
Es el domingo XXII del tiempo ordinario.
Las lecturas de hoy empiezan con un texto de Jeremìas, de connotaciones dramáticas, el profeta se siente desbordado por Dios, quien entra en su vida “sin pedirle permiso” y lo asume totalmente, hasta el punto de que su vida se convierte en contradicción extrema por esta causa: “Me sedujiste Señor, y me dejè seducir; me forzaste, me violaste. Yo era el hazmerreìr todo el dìa, todos se burlaban de mì” (Jeremìas 20: 7). Dios se impone en la vida de Jeremìas y esto lo lleva a algo muy propio del ministerio profético: a incomodar, a tener que hablar imperativamente en nombre de Dios, a anunciar todo lo que viene de El en abierto contraste con lo que hay en su contexto, que es contrario a su voluntad, lejanìa de su amor, infidelidad, desorden.
La tarea del profeta es “disfuncional”, en el sentido de que no hace parte oficial del sistema religioso, es una manera de vivir en la que el mismo Dios toma la iniciativa, llamando a este o a aquel, y comprometiéndolo a ser su instrumento de confrontación, anuncio y denuncia. Su mensaje toca directamente y con gran severidad la conciencia de los responsables de esa vida contraria a Dios, pone el dedo en la llaga, desajusta, estremece, saca a la luz pública esa  pecaminosidad y desafección. Por eso es visto con desprecio, perseguido,incomprendido.  Y en èl, la palabra es màs fuerte que su propia voluntad: “Pero la sentía dentro como fuego ardiente encerrado en los huesos; hacìa esfuerzos por contenerla y no podía” (Jeremìas 20: 9). Dios satura el ser y el quehacer de este hombre y lo lleva a no ser querido por los destinatarios de su mensaje, ven en èl a alguien inconveniente.
Sabemos muy bien  por lo que nos consta en la historia cristiana de las persecuciones y animadversiones que han vivido tantos hombres y mujeres, poseídos por Dios, enfrentándose a mentalidades y modos de vida en abierto contraste con lo que El nos propone como camino de autenticidad y de plenitud. Asì el canciller Tomàs Moro que no se dejó sobornar por el rey Enrique de Inglaterra, asì Monseñor Romero que avalò con el derramamiento de su sangre sus convicciones de fe y justicia, asì tantos que experimentaron en su propio ser el conflicto y la cruz, por causa de su dedicación absoluta a la Palabra.
Por esto dice Jesùs, en el contexto de su misión de Mesìas crucificado, humillado y ofendido: “Quien quiera seguirme que se niegue  a sì mismo, cargue con su cruz y me siga. Quien se empeñe en salvar la vida la perderà; quien pierda la vida por mì la alcanzarà” (Mateo 16: 24-25). Estas palabras continúan y explicitan las del evangelio del domingo anterior, cuando Jesùs preguntò a sus discípulos: “Y Ustedes quien dicen que soy yo?” (Mateo 16: 15), con la respuesta de Pedro que lo identifica como el Mesìas.
Pero Pedro, llevado por su lógica humana, no admite que ese mesianismo de su  maestro le implique cruz, juicio ignominioso de los hombres, pasión y muerte, por eso increpa a Jesùs, escandalizándose de pensar que eso le pudiera suceder. Por eso el Maestro lo reprende con notable severidad: “Retìrate ,Satanàs, Quieres hacerme caer. Piensas al modo humano, no según Dios” (Mateo 16: 23).
Esto nos ayuda a entender con claridad que la misión de Jesùs no es la de un salvador espectacular, rodeado de prodigios y dotado de poderes humanos extraordinarios. Aquì se anuncia que este mesianismo “toma su cruz” y la vive hasta lo definitivamente dramático en su muerte, en su extrema humillación, y eso es lo que Dios avala como sacrificio meritorio para nuestra salvación y plenitud de vida. No estamos ante un poderoso mundano sino ante el Hijo de Dios que ha tomado su cruz y se ha expuesto a la ignominia, invitándonos también a vivir con El este mismo camino.
Què preguntas nos formula el Señor con esta invitación? Còmo vemos nuestro universo de comodidad  e instalación? Nuestras justificaciones para no dar el paso de seguirlo hasta la muerte y muerte de cruz? Nuestra “sabrosa” religiosidad confortable que no señala en el seguimiento de Jesùs? Què nos dicen los grandes testigos de la fe que con su vida han seguido esta propuesta de “cargar con la cruz”? y han vivido hasta lo último su fidelidad al Señor?
A esto corresponde la invitación que San Pablo hace en el texto de hoy: “Ahora, hermanos, por la misericordia de Dios, los exhorto a ofrecerse como sacrificio vivo, santo , aceptable a Dios: sea ese su culto espiritual” (Romanos 12: 1). Bien sabemos que el vivir como cristianos serios , conscientes de lo que implica seguir a Jesùs, no se queda en unas tranquilas pràcticas religiosas ni en hacer profesión de una “ideología”, sino en configurar la totalidad de la vida con el Señor, asumiendo que todo lo que Dios Padre ha revelado de sì en Jesucristo es el itinerario con el que estamos invitados a acertar en el cumplimiento de su voluntad, a sabiendas de que nos demanda rupturas y renuncias, identificación con todo lo sufrido por El.
No es, desde luego, una lógica de masoquismo y autocastigo, es el máximo ejercicio de amor, de donación voluntaria de la vida, de inscribirla en la cruz de Jesùs, de dejar que Dios tome nuestra vida, como en el caso de Jeremìas, y El sea todo en nosotros. Para esto hay que dejar atrás el confort de la buena vida, de la medianìa no generosa, y abnegarse, que quiere decir literalmente, renunciar a sì mismo para ir detrás del amor siempre mayor, el de Dios Nuestro Señor.
Esto marca el contraste contracultural con la mentalidad que nos incita al éxito individual, a la competencia gananciosa, al lucro y al poder, o a la religiosidad fácil, para entrar en los caminos muy exigentes, pero siempre posibilitadores de sentido y trascendencia, en los que la vida se juega por amor, totalmente casados con el proyecto de Jesùs.

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