VIERNES 19 DE AGOSTO

Lecturas

1.      Ruth 1: 1-6;14-17 y 22

2.      Salmo 145: 5-10

3.      Mateo 22: 34-40

El libro de Rut nos presenta a Dios actuando en un ambiente reposado, donde las crisis de la vida y las reacciones  de amor rompen la rutina de cada día. Es un relato de amor y lealtad  entre los ascendientes de David, y muestra que Dios elige libremente a quien quiere que sea parte de su pueblo.

Rut no es israelita, es una mujer de notable generosidad. Otro lenguaje para poner en evidencia que Dios sale de los límites de Israel para actuar en personas que no hacen parte del pueblo elegido, ruptura que expresa aquello a lo que nos hemos referido tantas veces sobre la desbordante intención amorosa de Dios con la humanidad, sin distinguir etiquetas religiosas o socioculturales.

Veamos lo que dice Rut a su suegra Noemí, abrumada por la viudez y por la muerte de sus dos hijos, uno de ellos el esposo de Rut: “No insistas más en que me separe de ti. Donde tu vayas iré yo; donde tu vivas, viviré yo; tu pueblo es mi pueblo y tu Dios es mi Dios; donde tú mueras, moriré y allí me enterrarán. Juro hoy solemnemente ante Dios que sólo la muerte nos ha de separar” (Rut 1: 16-17).

Se me ocurre pensar en las muchas mezquindades que nos afectan y con las que proyectamos a los demás nuestras estrecheces cuando rechazamos el don de Dios: las relaciones humanas entendidas como transacciones comerciales, los cálculos milimétricos, el considerar a los demás como estorbo, especialmente cuando están abatidos, enfermos o ancianos, la incapacidad para descubrir en las personas posibilidades de sentido y de comunión en el Espíritu. Este texto de Rut, en su extraordinaria sencillez, es una invitación a la incondicionalidad, siguiendo al Dios siempre mayor, cuya “mayoría” es su inagotable cercanía y solidaridad con nosotros.

Cómo ser contraste nosotros con la mentalidad y prácticas egoístas? Cómo construír en nuestros entornos una cultura de la cercanía y del servicio? Cómo ser firmes en la fidelidad a las personas? Cómo darnos sin reservas a los que sufren, como nuestros hermanos y hermanas de LA LISTA?

Sirvan estas reflexiones para reactivar la historia personal que dio origen a este encuentro cotidiano de COMUNITAS MATUTINA, para que no se nos haga una rutina pesada, sino el gozoso descubrimiento cotidiano de la novedad de Dios y de los hermanos, aún a costa de nuestra comodidad y bienestar. Como Rut con su suegra Noemí, incondicionales hasta la muerte y más allá de ella.

El texto de Mateo es de plena coherencia con lo anterior cuando Jesús responde la pregunta del maestro de la ley sobre cuál es el mandamiento más importante: “Amarás al Señor, tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primer mandamiento y el más importante. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22: 38-39)

Al final del camino sólo me dirán: has amado? Entonces yo no diré nada:  abriré mis manos vacías y el corazón lleno de nombres. Esta es la jugada maestra de la vida.

Todas las personas cuyos relatos de vida hemos propuesto aquí son maestros del amor: Madre Teresa de Calcuta, Dom Helder Cámara, Edith Stein, Thomas Merton, una monja llamada Agustina, Maximiliano Kolbe, Dorothy Day, y, por supuesto, nuestros profetas Monseñor Romero y el Padre Arrupe. Vidas, siguiendo la de Jesús, que se gastaron y desgastaron por amor, hasta que no les quedó nada: sólo su pleno abandono en la plenitud amorosa de Dios.

Estas personas de nuestra lista: esposas, esposos, padres, hermanos, hijos, amigos, son la concreción de esta invitación de Dios al amor siempre mayor, por ellos y ellas todo lo mejor de nosotros mismos, nuestra cercanía y soporte sin reservas, la delicadeza y la ternura, nuestra plena comunión. En esta mañana – y siempre – vemos en ellos al prójimo real invitándonos a no quedarnos en nuestro pequeño mundo de confort, y los presentamos al Padre Dios, para que El trascienda en ellos-as, acompañados por Monseñor Romero y el Padre Arrupe. Por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.