lunes, 29 de agosto de 2011

LUNES 29 DE AGOSTO


Lecturas
1.      Jeremías 1: 17-19
2.      Salmo 70 : 1-6 y 15-17
3.      Marcos 6: 17-29
Es la memoria del martirio de San Juan Bautista.

San Juan Bautista, una figura del mayor significado para nuestro camino de seguimiento de Jesús. Un inconforme con la inautenticidad ética y religiosa de sus contemporáneos judíos, profeta de tiempo completo que confrontó con rigor a los dirigentes políticos y religiosos de su tiempo. En él se cumplió cabalmente lo que dice la primera lectura de hoy: “Pero tú, ármate de valor, levántate y diles todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, no sea que yo te haga temblar ante ellos” (Jeremías 1: 17).
Profeta es el que habla en nombre de Dios para anunciar el nuevo orden de vida en El, y para invitar a comprometerse con el modo de vida que esto exige, pero también tiene la función de confrontar lo que es contrario a este proyecto. Los profetas del Antiguo Testamento son la conciencia crítica del pueblo de Israel, misión que les vale grandes incomprensiones y ignominia, como veíamos en la lectura de Jeremías, de este domingo 27 de agosto.
Ser profético es ser de Dios y optar totalmente por El, asumiendo esto incluso con la donación de la propia vida. Así, Juan Bautista, apasionado por la pureza de la relación con Dios, promovió un movimiento de conversión, haciendo interrogantes muy serios a lo que él veía como “desordenado” con respecto al querer de Dios.
La suerte de muchos profetas ha sido la muerte martirial, como en el caso de Monseñor Romero, que empeñó su vida para anunciar la plena compatibilidad entre la fe en Dios y la promoción de la justicia para todos, con preferencia para los últimos de su pueblo salvadoreño. Combinando – como debe ser – el anuncio con la denuncia, también enfrentó las grandes contradicciones de su sociedad, del gobierno de su país, de la profunda inequidad y de la violencia que esto causaba. Así, muere víctima de toda esta situación de pecado, a manos de quienes no soportaban el vigor de su palabra profética.
El relato evangélico de hoy refiere las circunstancias en las que ocurre el martirio de San Juan Bautista, resultado de una componenda del rey Herodes, de su mujer Herodías, que no era su esposa legítima, y del capricho de la hija de esta. Como suele suceder en estos casos, se unen diversos “intereses”, siempre oscuros, surgidos de quienes son puestos en tela de juicio por el ministerio del profeta.
Qué nos dice Juan Bautista? Su vida, su ministerio, su muerte, son relevantes para nosotros como relato de Dios? Descubrimos en este hombre santo e insobornable un mensaje para una manera de vivir recta, pura, comprometida con la verdad   y dispuesta a mantenerse fiel aún a pesar de la propia vida? Dejamos que Dios y la respuesta de nuestra libertad maduren en nosotros una conciencia firme y una fuerza suficiente para proclamar lo que es sano  y auténtico a los ojos de Dios? Nuestra vida está empeñada en ser profecía de Dios?
Cuando hay tantas corruptelas presentes en nuestro medio y dañando tanto el tejido social se impone mirar a un hombre de esta talla espiritual y ética, y dejar que sea el mismo Dios quien a través de esta narrativa nos anuncie que la buena vida está en la rectitud y en la disposición profética para vivir en plena coherencia con ella.
La cruz de Jesucristo -  siempre en nuestro horizonte -  nos recuerda las radicales implicaciones del compromiso con la verdad.
 Algo quedaba en Herodes de sensibilidad cuando hace decir al evangelio, una vez decidida la muerte de Juan: “El rey se entristeció mucho, pero a causa del juramento y de los invitados no quiso contrariarla. Y sin perder tiempo envió a un guarda con la orden de traer la cabeza de Juan” (Marcos 6: 26-27)

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