domingo, 2 de octubre de 2011

DOMINGO 2 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Isaìas 5:1-7
2.      Salmo 79: 9-12 y 16-20
3.      Filipenses 4:6-9
4.      Mateo 21:33-43
Es el domingo XXVII del tiempo ordinario.
Bajo la figura de la viña y de los trabajadores de la misma la primera lectura y el texto del evangelio abordan dos realidades fundamentales:
-          La inmensa gratuidad de Dios y su incondicionalidad  para mantenernos dotados de  todo lo que requerimos para caminar hacia El. Es un amor desbordante, sin lìmites, que evidencia su voluntad de llevar siempre al ser humano a su plenitud. Esto , desde luego, genera la expectativa de una respuesta generosa por parte de la humanidad bendecida por estos dones.
-          El rechazo, los oìdos sordos, la reticencia ante la acción de Dios, el desconocimiento de su voluntad, la violencia para frenar su acción en la vida humana, el empecinamiento para no recibirlo.
Este es un asunto reiterativo en el ministerio de los profetas del Antiguo Testamento y también en el de Jesùs. Surge entonces la pregunta mayor: què tipo de lógica y de sensibilidad anidan en el corazón de quien se niega al beneficio del sentido y de la trascendencia? Còmo se entiende que no haya una actitud de acogida ante el amor ilimitado y provocador de una nueva y digna manera de ser y de vivir?
Jesùs està empeñado en advertir crìticamente sobre esta realidad del rechazo y no escatima recursos para crear una conciencia al respecto, y presentando la parábola referida y lo que en ella propone, dice: “Finalmente les envió a su hijo, pensando que lo respetarìan. Pero los labradores, al ver al hijo, comentaron: Es el heredero. Lo matamos y nos quedamos con la herencia. Agarràndolo, lo echaron fuera de la viña , y lo mataron” (Mateo 21: 38-39). El pecado desvirtúa el espacio de gracia que es la viña y lo convierte en lugar de muerte y de negativa a la acción liberadora de Dios.
La humanidad, su historia, la naturaleza, son el ámbito para que Dios suceda en lo que le es propio: sanar, reconciliar , reconstruir, dar vida, salvar, liberar, dar sentido, trascender. Sin embargo, la libertad humana, afirmada con soberbia y arrogancia, provoca la des-gracia y convierte la “viña de gracia” en el  escenario de la muerte, de la violencia, de la injusticia, de la competencia egoísta, del desconocimiento del hermano, del acaparamiento, del rechazo a los enviados de la vida y , finalmente, al mìsmisimo Dios que se hace evidente de modo definitivo en Jesucristo.
Pareciera que esta reiteración es obsesiva y moralista y, en consecuencia, poco popular. Los profetas bíblicos fueron de la mayor severidad con su mundo religioso y social al confrontarlos por la idolatrìa, por el culto formal sin conversión del corazón, por la hipocresía, por pretender alabar a Dios sin hacer justicia al  prójimo débil y necesitado, por crear una estructura religiosa carente de humanidad y de Dios mismo. Tenemos presente la fuerza confrontadora de estos hombres y nos estremecemos al escuchar sus palabras que son muy fuertes, exigentìsimas.
Tambièn Jesùs hizo preguntas de fondo a los hombres religiosos de su tiempo, los llamò “sepulcros blanqueados”, los arrojò del templo, puso en tela de juicio su lógica de autojustificaciòn y de acumulación de mèritos, y El mismo, asumiendo autoridad de Dios, perdonò los pecados de muchos y se inclinò , en abierta actitud de favorecimiento misericordioso, a favor de los condenados morales, de las prostitutas y de los cobradores de impuestos, de los excluìdos, de los leprosos, de los últimos, provocando el rechazo de los sacerdotes y de los maestros de la ley. A esto se refieren claramente el texto de Isaìas y el de Mateo.
Los profetas fueron la conciencia crìtica del Israel de su tiempo. Isaìas lo explicita con palabras crudas como estas: “La viña del señor de los ejércitos es la casa de Israel, son los hombres de Judà su plantel preferido. Esperò de ellos derecho, y ahì tenèis: asesinatos; esperò justicia, y ahì tenèis: lamentos” (Isaìas 5:7).
Una profunda línea de oración para este domingo es la consideración, primero en nosotros mismos, de esta realidad escandalosa y contrastante: el ser humano que, siendo acogido, amado, bendecido, cuidado, por el amor de Dios, se dedica a llevarle la contraria en la dirección diametralmente opuesta: la del desamor, la de destruir las creaturas, la de desordenar el ámbito original de gracia y armonía. Esta es una cuestión para considerar siempre porque ahì està el origen del misterio del mal. Y en esto nunca debemos bajar la guardia.
Y es precisamente Dios el que, fiel a su intención incondicional de salvación y de liberación, se mantiene ofreciéndonos toda su gratuidad, sin la màs mínima reserva. Por eso Jesùs dice: “No han leído nunca en la Escritura : la piedra que desecharon los arquitectos  es ahora la piedra angular; es el Señor quien lo ha hecho y nos parece un milagro?” (Mateo 21: 42).
Jesùs es el cimiento de la nueva creación, es la evidencia de la incondicionalidad de Dios que no se arredra ante el violento rechazo del ser humano, y se mantiene firme en dotar a su viña de todos los beneficios procedentes de su amor, que ahora adquieren carácter pleno y decisivo en el Hijo mismo, en quien se concentra la plenitud de las posibilidades que el Padre nos propone para superar las barreras del pecado, del sin sentido,de la muerte, aùn a sabiendas de que el mismo Enviado puede ser vìctima de la negativa, como en efecto lo fue.
Esto es para nosotros una fàbula fantasiosa, que sabemos màs o menos de memoria, sin consecuencias para nuestro modo de vivir? O nos sentimos asumidos por este amor extremadamente generoso y fundamentados en la “piedra angular”? Còmo valoramos esta realidad sustancial de nuestra historia de salvación? Còmo trabajamos, cada uno desde su estado y condición de vida, para erradicar el mal e instaurar el principio esperanza que se explicita en Jesùs? Què mociones espirituales surgen en nosotros cuando observamos las dinámicas de muerte presentes en nuestro mundo? Estamos involucrados en una búsqueda desencarnada de Dios o nos metemos en su viña lastimada para unirnos a la acción salvífica de Jesucristo?
En este contexto de esperanza, aceptemos la invitación que hace Pablo a los Filipenses:”Por lo demás, hermanos, ocúpense de cuanto es verdadero, noble,justo,puro,amable y loable, de toda virtud y todo valor. Lo que aprendieron y recibieron y escucharon y vieron en mì pónganlo en pràctica. Y el Dios de la paz estarà con Ustedes” (Filipenses 4: 8-9).
Dejemos que Dios suceda en nosotros, que nuestra viña sea fecunda, propicia, cultivo de dignidad, sigamos tras de Jesùs para construir en esta historia nuestra señales anticipadas de la plenitud en términos de comunión y fraternidad, de paz y de justicia, de inclusión, de aceptación de todos los seres humanos, de trascendencia. Que su Hijo, el enviado a la viña, sea siempre nuestra piedra angular.
Antonio Josè Sarmiento Nova,S.J.
Provincia Colombiana de la Compañìa de Jesùs
Pontificia Universidad Javeriana
2 de octubre de 2011

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