miércoles, 19 de octubre de 2011

MIERCOLES 19 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Romanos 6:12-18
2.      Salmo 123: 1-8
3.      Lucas 12: 39-48
Hoy es la memoria de los mártires jesuitas Juan de Brebeuf,Isaac Jogues, Antonio Daniel, Gabriel Lallemant, Natal Chabanel, Carlos Garnier, René Goupil, y Juan de La Lande. Fueron sometidos a feroz martirio en el actual territorio de Canadá y en Estados Unidos en diversos momentos entre 1642 y 1649. Fueron canonizados por Pío XI en 1930.
Todo el capítulo 12 de Lucas contiene enseñanzas de Jesús relacionadas con la actitud de finitiva ante Dios, con el modo como nos disponemos para el encuentro pleno con El, con eso que podemos llamar estar vigilantes para que el llamado a la plenitud no nos sorprenda con una vida improvisada e inútil.
Esto lo expresa diciendo: “Ustedes también estén preparados, porque en el momento menos pensado vendrá el Hijo del Hombre” (Lucas 12: 40).  Es preciso decir que estas invitaciones del Señor no tienen que ver con el miedo ante la muerte, ni con disposiciones de última hora, ellas nos remiten a la totalidad de la vida asumida y vivida como itinerario hacia la plenitud. Ser buena persona no es un asunto de enmendar la plana cuando ya estamos en los últimos momentos sino el proyecto fundamental que debe abarcar toda la historia de un ser humano.
A esto se refiere Jesús cuando nos dice: “Feliz ese servidor al que su patrón cuando llegue encuentre tan bien ocupado. Yo les declaro, que lo pondrá al frente de todo lo que tiene” (Lucas 12: 43-44).  Aquí entramos en los terrenos de la bienaventuranza, que es la realización total del ser humano que ha decidido libremente vivir de acuerdo con el proyecto que el Padre Dios nos propone en Jesucristo como referente y modo de la nueva humanidad.
Surgen entonces preguntas de fondo: Vivimos en constante proceso de preparación? Nuestra vida tiene claras las prioridades del reino de Dios y su justicia y ellas configuran nuestras motivaciones, intenciones, actitudes y conductas prácticas? O somos de los que vamos postergando el asunto, dando largas, haciendo las cosas de la vida a medias, ordenando unas y dejando otras sin ser tocadas por Dios?
Solemos decir que no hay nada tan satisfactorio como la tranquilidad de conciencia. Por ahí está la jugada maestra: vivir en paz consigo mismo, con Dios, con los demás, con la vida, pero hacerlo de manera apasionada y apasionante, enamorados de este proyecto que nos da sentido, trascendencia y que nos convierte en testigos de la esperanza en la vida inagotable en la que el mismo Señor es la garantía y la perfecta legitimación.
Se trata de aprovechar la vida , de hacerla fecunda, generosa, libre, amorosa, solidaria, se trata de vivir siempre para Dios y para la humanidad, al estilo de Jesús, transmitiendo todo esto a nuestra inteligencia, afectividad, sexualidad, relación de pareja, familia, estudios, trabajo, participación en la construcción de la sociedad, opción por la justicia, rectitud: una vida totalizada – felizmente! – por el Dios que se nos revela en Jesucristo.
De Dios recibimos muchos dones y posibilidades para sacar adelante esta vida digna, y El nos los confía para que los hagamos verdad en nosotros: “Al que se le ha dado mucho se le exigirá mucho, y al que se le ha confiado mucho se le exigirá más” (Lucas 12: 48). Esto tiene el mismo espíritu de la muy conocida parábola de los talentos que nos trae el evangelio de Mateo en 25: 14-30.
Y todo esto estamos llamados a vivirlo en la esperanza que sólo Dios puede avalar como plena y verdadera. Es una inspiración para toda la vida, seamos capaces de renunciar a las cosas accidentales, a las vanidades, apariencias, acumulación indebida de bienes, ausencia de solidaridad, afectos desordenados, y asumamos con la mayor ilusión todos los rasgos del ser humano que nos ofrece en Jesús: esenciales, trascendentes, espirituales, serviciales, gozosos, de buen humor, con ideales dignos, siempre apostándolo por el Padre Dios y por todos sus hijos.
Es la vida que se vive a carta cabal, la vida bella que produce satisfacción paz en la conciencia, certeza de que Dios está siempre con nosotros y a favor de nosotros, sentido de la vida bien vivida, sin vanagloria, con humildad, diciendo con el salmo 123: “Hacia ti he dirigido la mirada, que tienes en el cielo tu morada así como los ojos de los siervos se fijan en la mano de su dueño” (Salmo 123: 1).
Oremos hoy con esta apasionante invitación a la esperanza y al sentido pleno de la vida. Como lo hicieron estos mártires jesuitas del siglo XVII, y  este maravilloso Dean Brackley que se acaba de marchar a la casa del Padre.

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