miércoles, 5 de octubre de 2011

MIERCOLES 5 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Jonás 4:1-11
2.      Salmo 85:3-10
3.      Lucas 11:1-4
Jesús nos enseñó a relacionarnos con Dios como con un padre, el más amoroso, el más dedicado, el más solícito e incondicional. Esto  es lo que manifiesta el evangelio de este día, cuando El nos indica la oración cotidiana de el Padre Nuestro: “Padre, santificado sea tu nombre; venga tu reino….” (Lucas 11: 2).
Esta afirmación,  que de entrada parece muy sencilla, tiene una gran complejidad porque marca el contraste con la concepción tradicional de Dios como un ser distante de la humanidad y de la historia, a menudo terrorífico, a quien hay que aplacar a través de sacrificios cruentos, temido pero no amado. Y la diferencia sustancial radica en que Jesús nos revela la paternidad de Dios, principio y fundamento del ser humano y de su historia, comprometido plenamente con nuestra felicidad y dispuesto a todo por nosotros, sin límites ni reticencias.
La expresión hebrea ABBA, con la que se designa al Padre de Jesús en los relatos evangélicos, tiene la connotación del trato más afectuoso, más íntimo, de mayor ternura, de un hijo con su padre, así llama Jesús a Dios. Es una expresión revolucionaria, cambia completa la relación del ser humano con la trascendencia, es la aproximación e implicación de Dios en la historia, en la realidad.
Cómo es nuestra relación con Dios? Seguimos temerosos y con sentimiento de lejanía y de difícil acceso? O, por el contrario, lo sentimos con nosotros, cercano, real, histórico y trascendente al mismo tiempo? En nuestra relación con Jesús captamos esta paternidad?
Cuando hay tantas orfandades en el mundo porque se despoja a tanta gente de sus arraigos, de sus vínculos fundantes, de los espacios de vida, de sus seres queridos, se impone una recuperación del Padre Dios como principio de eso que hemos llamado en estas pistas de oración la “nueva humanidad”. Una condición humana determinada por el reconocimiento de su valía, protegida, amada, cuidada, transformada, liberada, esperanzada, con la certeza de que todo esto se origina en esta paternidad.
Que “venga tu reino” significa que vengan todas aquellas realidades que nos abren a la trascendencia pero que se anticipan ya en nuestra historia: todas las causas humanas de justicia , de realización,de felicidad, de sentido, son señales de que el reino ya está entre nosotros cambiando la perspectiva trágica por la de la esperanza.
Preguntémonos si esta invocación cotidiana PADRE NUESTRO es una convicción sustancial de todos los momentos de nuestra vida, o si la hemos suplantado por otros clamores a los que hemos pasado de medios a fines: poder? Consumo? Vano honor del mundo? Individualismo? Comodidad? Ausencia de solidaridad? Estos interrogantes surgen todos los días si nos ponemos seriamente a considerar nuestra vida desde la perspectiva de este ABBA PADRE que nos quiere libres en el amor, y no tristemente hipotecados a los dictados de la mentalidad mezquina que no ve más allá del horizonte.
Cómo viene el reino para los desheredados? Para los abandonados? Para los ignorados? Para los desesperados? Para los sumidos en la vida fácil? Cómo viene el reino en nuestras vidas? Esta invocación inculcada por Jesús debe tener claras consecuencias para replantear de raíz todo lo que somos y hacemos, porque el que asume a Dios como Padre necesariamente ve en cada ser humano un hermano, un prójimo, y al afirmarlo sepamos que no estamos hablando retórica, palabras bonitas, lo que hacemos es expresar el mayor imperativo ético que se desprende del Evangelio de Jesús: paternidad y fraternidad (reino) se implican mutuamente.
En esta mañana musitemos esta plegaria despacio, sintiendo el significado de cada una de sus palabras, y dejémonos sorprender por la novedad liberadora de su contenido. Es apasionante descubrir que hay una realidad que nos desborda y que es totalmente a favor de nosotros hasta la consumación de nuestra vida. El Padre Dios desde su divinidad es lo más humano que podemos conocer, y esto lo logramos gracias al Señor Jesús.

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