sábado, 22 de octubre de 2011

SABADO 22 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Romanos 8: 1-11
2.      Salmo 23: 1-6
3.      Lucas 13: 1-9
Si bien las palabras de Jesús en el texto evangélico de hoy son bastante fuertes y causan un sentimiento de desasosiego hay que evitar incurrir en la interpretación habitual de muchos contenidos distorsionados de la fe cristiana que la identifican solamente con el miedo a Dios, a la condenación eterna y que hacen todo el énfasis en el pecado y en la culpa.
Desde luego que, habida cuenta de la tendencia humana a desordenar la libertad y a olvidar los compromisos fundamentales de la vida en lo espiritual y en lo ético, conviene de cuando en cuando hacer una confrontación estricta que nos ponga a todos en estado de alerta: estamos desperdiciando la vida, desechando a Dios,a los demás, embebidos en nosotros mismos, de disparate en disparate?  O tenemos una vigilancia crítica que nos hace posible valorar nuestras intenciones y actuaciones a la luz de Dios y del proyecto de Jesús?
Estas palabras son de hondo impacto: “Piensan que esos galileos eran más pecadores que todos los demás, porque han padecido estas cosas? No, se lo aseguro; y si no se convierten todos perecerán del mismo modo” (Lucas 13: 2-3). Entendamos por perecer echar a pique la vida, negarnos al don de Dios, frustrar nuestro llamado a la trascendencia, a hacer de Dios el principio y fundamento de todo lo que somos y hacemos.
Por ejemplo: qué piensa y siente  la humanidad boyante y acomodada ante la miseria, exclusión, sufrimiento, violencia, qué padecen millones de seres humanos en nuestro tiempo? Hemos ido a Cartagena, para poner un ejemplo, y hemos verificado la suntuosidad del turismo de lujo de esa ciudad con la escandalosa pobreza en la que viven la mayoría de habitantes de esa ciudad? Esa indiferencia fue la que hizo perecer a Sodoma y Gomorra, fue la que llevó a su decadencia al Imperio Romano, es la causa del colapso de sociedades y “civilizaciones”.
Entonces tomemos en esta mañana esta intervención de Jesús por este lado: qué estamos haciendo con nuestra vida, la llevamos por el lado de lo que la haría frustrarse  o estamos abiertos a la vida que el Padre nos ofrece a  través de su Hijo? Somos higuera que da frutos o estéril?
Toda la realidad es pregunta potencial que llega a nuestra sensibilidad y a nuestra conciencia: estamos celebrando la muerte de Gadafi como lo hacen ahora las sociedades opulentas de Occidente o preocupados con lo que sucedió en Libia durante 42 años y con lo que ahora ocurre con tantas rivalidades, odios, enemistades? Lo sentimos como un país lejano en la geografía o nos sentimos vinculados con ellos a través de una solidaridad planetaria? Ante esto: estamos en trance de vida o de muerte?
Les propongo que tomemos muy en serio estas advertencias que nos hace el Maestro, yq que seamos totalmente honestos al responder a su requerimiento. La propuesta que El nos hace es lo más apasionante que nos puede suceder porque es un llamado a la VIDA, a la que brota de Dios, y aunque pasemos por todas las fragilidades y límites propios de nuestra condición, El mismo se encarga de tomarnos y llevarnos a la plenitud, sin soslayar en lo más mínimo el experimentar esa precariedad, siempre esperanzados en que pasada la prueba encontraremos el sentido absoluto de nuestra existencia.
No les parece a Ustedes que hay mucha gente que malbarata su vida? Se dejan encantar por el vano honor del mundo, le apuestan todo al poder, a la acumulación de bienes, se desmiden en todo eso y, al final, su vida es apenas una pobre y deplorable mascarada. Se acuerdan del libro que referimos hace unos meses “El hombre light: una vida sin valores”, del psiquiatra español Enrique Rojas? Es justamente un análisis de cómo el ser humano que no toma en serio su responsabilidad trascendental perece, fracasa, frustra su proyecto vital. Es el espectro de las idolatrías que nos acechan constantemente.
Acatemos entonces la severidad de Jesús y dejemos que este texto desate en nosotros una exigente autocrítica, un sincero examen de conciencia, una revisión de prioridades, de tal fuerza que nos permita salir del síndrome de muerte presente en lo que no se ordena a la trascendencia en Dios, y que nos haga gozar con el encuentro constante y creciente de la vitalidad definitiva que El nos comunica en el Hijo. Que lo nuestro sea siempre la pasión por la vida verdadera!!

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