domingo, 30 de octubre de 2011

DOMINGO 30 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Malaquìas 1:14b a 2:2b-10
2.      Salmo 130:1-3
3.      1 Tesalonicenses 2:7b y 9-13
4.      Mateo 23:1-12
En los textos bíblicos las confrontaciones màs fuertes y exigentes que encontramos están dirigidas a  aquellos que , habiendo sido constituìdos como dirigentes religiosos u orientadores de la comunidad, no respaldan con su conducta la coherencia de la misión que se les ha confiado.
En este sentido , la primera lectura de hoy, tomada del profeta Malaquìas, y el texto evangélico de Mateo, contienen unas diatribas de altísima exigencia. Dice el profeta: “Labios sacerdotales han de guardar el saber y en su boca se busca la doctrina, porque es mensajero del Señor. Pero ustedes se apartaron del camino, hicieron tropezar a muchos con su instrucción, invalidaron la alianza con Levì, dice el Señor” (Malaquìas 2: 7-8).
El núcleo central de la Palabra de este domingo es de la coherencia de la vida, especialmente cuando tenemos una responsabilidad de guiar, formar, orientar, educar a otros en los caminos de la dignidad, de la rectitud, del configurar la existencia con los proyectos de Dios.
Tengamos muy presente en nuestra oración todo lo que ha sido tan explìcito en los últimos años con los escándalos protagonizados por sacerdotes con sus conductas de pederastia, de doble vida, aparentando ser santos varones de una parte y de otra dando rienda suelta a perversiones con niños y jóvenes. Sobre esto han abundado mucho los medios de comunicación y los procesos judiciales en diversos países del mundo. Es un escándalo gravísimo que ofende la dignidad de seres humanos que se han confiado al formador y han sido defraudados por este, ofende la condición del ministerio sacerdotal llamado a ser luz y ejemplo, y ofende y avergüenza a toda la Iglesia, a todos nos pone en la picota pública.
Todos, sin excepción, en la Iglesia debemos dejarnos sensibilizar por el inmenso dolor que esto ha causado, trascendiendo el amarillismo y el aspecto truculento del asunto, para entrar en una etapa de reconciliación, de purificación, propiciando que las víctimas sean tenidas en cuenta, que se haga justicia, y trabajando infatigablemente para que quienes sean llamados al servicio del sacerdocio sean personas de recta intención, honestas, dedicadas con pasión a su ministerio. Esta es una responsabilidad de toda la Iglesia, porque esta convocatoria a ser coherentes nos cobija a todos.
Tambièn una vez màs, con su habitual vehemencia, Jesùs fustiga la arrogancia de fariseos y maestros de la ley, su exhibicionismo y su deseo de ser aplaudidos y reverenciados: ”Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas, que los salude la gente por la calle y los llamen maestros” (Mateo 23: 6-7). Como contrapartida el Maestro propone un estilo de vida diametralmente opuesto al que El està señalando: “Ustedes no se hagan llamar maestros pues uno sòlo es su maestro, mientras que todos Ustedes son hermanos” (Mateo 23: 8), y lo subraya con la dimensión del servicio, que es constitutiva del proyecto evangélico: “El mayor de Ustedes debe ser servidor de los demás. Quien se ensalza será humillado, quien se humilla será ensalzado” (Mateo 23: 11).
Humildad, bajo perfil, discreción, vida fraterna, servicio incondicional, son unos valores que identifican a quien se toma en serio lo propuesto por Jesùs. Oremos aquí a partir de la vida de aquellos pastores que han dado y dan la vida, que no escatiman nada de sì para ser fieles a su vocación, que siempre están a punto para darse a sus comunidades, que no buscan privilegios ni tienen a intención de hacer carrera de ascensos, que se desvelan por el anuncio del Evangelio, por la formación de los creyentes, por la armonía comunitaria, por los últimos y humillados, por todos sin excepción.
A esto se refieren las palabras de Pablo en la segunda lectura: “Ustedes son testigos y también Dios, del trato que tuvimos con Ustedes, los creyentes: santo, justo e irreprochable; saben que tratamos a cada uno de Ustedes como un padre a su hijo; exhortándolos, animàndolos, urgiéndolos a proceder de modo digno de Dios, que los llamò a su reino y gloria.” (1 Tesalonicenses 2: 10-12).
Oremos por nosotros y por la coherencia que estamos llamados a expresar en todo lo que somos y hacemos: en nuestro estado de vida, matrimonial, soltero, sacerdotal, consagrado en un instituto religioso. Dejemos que el Señor nos haga preguntas en esta materia y verifiquemos aquellas zonas de nuestro ser en las que todavía mantenemos inconsistencias. Hagamos un plan especial de trabajo espiritual para superar con ahinco todo lo que en nosotros no refleje el espíritu de Jesùs, que sea detallado, consciente, sometiendo a la gracia del Señor y a nuestra libertad la traducción en actuaciones fieles, generosas, rectas.
Definitivamente, el buen ejemplo, la vida asumida y vivida como una narrativa de rectitud, es lo que màs persuade a otros a seguir un determinado camino, y es generador de confianza. Sintamos que aquí se nos hace un llamamiento particular, en tiempos en los que muchas personas desconfían de sus líderes, por razones que todos bien conocemos.
La iglesia toda, y cada cristiano en particular, tiene la responsabilidad de evidenciar con el modo de proceder que Jesùs sì es el Señor de nuestras vidas, y que su referencia radical al Padre y a los hermanos, modelan en nosotros un nuevo ser humano, digno de crédito. Esto no es para presumir sino para dejarnos llevar felizmente por la transparencia de Dios.
En este domingo 30 de octubre, en Colombia vamos a votar para elegir alcaldes, gobernadores, concejales, diputados. Conocemos con creces los interminables escándalos y corruptelas, las traiciones y deslealtades de muchos de los que han sido elegidos, su malversación de los dineros públicos, su alianza con grupos delincuenciales, su incompetencia para tomar decisiones, la crisis moral de la contratación de las obras de infraestructura, los deficientes servicios en materia de salud, educación, vivienda. Las cifras de los gobernantes implicados en estos procedimientos son muy preocupantes. Esto es un claro caso de incoherencia y abierta contradicción con el sentido de las responsabilidades para las que fueron elegidos.
Aquì tenemos hoy, como seguidores de Jesùs y ciudadanos de Colombia, una situación que nos compromete a ser profundamente èticos en el voto, fijándonos en que aquellos-as por quienes sufraguemos sean idóneos por la clarísima rectitud de sus vidas y por la competencia para desempeñar los cargos a los que aspiran. No debemos olvidar que muchos ciudadanos ingenuos o alienados son los que se encargan de elegir a los ineptos.
Tenemos en este domingo materia profunda para nuestra oración. Lo que el Señor quiere en cada uno que lo siga es un ser humano estupendo, bienaventurado, humilde, generoso, honestísimo, sobrio, austero, que nuestra vida sea lenguaje de Dios, y que todo lo que hagamos sea con un estilo grato a El y a la humanidad, amable, solidario, afectuoso, no le apostemos a la imagen ni al “personaje”, no nos envanezcamos de nada, seamos guìas pero siempre atentos a respaldar con nuestro hacer lo que pretendemos inculcar, siempre con el sabio proceder de quien sabe inscrito en lo esencial.

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