martes, 11 de octubre de 2011

MARTES 11 DE OCTUBRE

Lecturas 
  1. Romanos 1: 16-25 
  2. Salmo 97:1-4 
  3. Lucas 11:37-41 
Jesús formuló unas críticas fuertes a un fariseo con quien comió en su casa. Por qué, si tuvo tanta compasión con los pecadores, usó un lenguaje tan severo con los fariseos? Jesús no los rechazó a ellos ni a otros grupos, pero sí denunció con vigor las actitudes y creencias que se oponían – y se oponen – a una relación auténtica con Dios, como: 
  • El FANATISMO, que es un celo tan desmedido por ciertas creencias religiosas, que se pierde su verdadero significado y se ataca con agresividad a quienes no las comparten, llegando incluso al asesinato. 
  • El EXHIBICIONISMO, que consiste en realizar las prácticas religiosas para ser admirados por otros, en lugar del genuino culto a Dios y del cumplimiento de su voluntad. 
  • La HIPOCRESIA, que es aparentar sentimientos y cualidades que no se tienen, con el fin de obtener aplausos y reconocimiento. 
  • El AUTORITARISMO, que es dominar a personas y grupos abusando de la autoridad que se tiene, sin considerar la libertad de los demás ni acudir a la razón para un diálogo persuasivo. 
El objetivo de Jesús no se queda en estas críticas sino en denunciarlas proféticamente para que quienes han asumido esas conductas se den cuenta que se oponen a la liberación que viene del amor. Pensemos con detenimiento si en nosotros se dan algunos de estos rasgos y meditemos en sus fuertes palabras: “Ustedes, los fariseos, limpian por fuera la copa y el plato, mientras que por dentro están llenos de codicia y de maldad” (Lucas 11: 39). La severidad de estas palabras es altamente indicativa de que las conductas y estilos arriba indicados son incompatibles con el reino de Dios y su justicia. 
Por eso: contra fanatismo, serena y discreta sabiduría; contra exhibicionismo, humildad y bajo perfil; contra hipocresía, transparencia, aún en la mayor fragilidad; contra autoritarismo, servicio. Todo esto es fruto de un trabajo espiritual de profundidad, en el que se combinan la oferta de la gracia de Dios con la docilidad de nuestra libertad que la acata, para producir en la persona que se sumerge en esta dinámica la novedad bienaventurada de quien no presume de sí mismo sino de la cruz de Nuestro Señor Jesucristo, siguiendo a San Pablo. 
Esta es la sabiduría que procede de la cruz, que nos libera de toda vanagloria y nos remite a fundamentar el sentido de nuestra vida en ese acontecimiento en el que se ha demostrado con plenitud la credibilidad del amor de Dios. 
Así las cosas, debemos desarrollar una vigilancia continua sobre nosotros mismos y sobre nuestro entorno para no incurrir en soberbias, que todo lo que hagamos sea por amor al Señor y a la humanidad, sin buscar aplausos ni premios, simplemente que nos sintamos involucrados en la apasionante tarea salvadora-liberadora-redentora de Jesús. Su cruz es una carga de profundidad contra todas las vanidades humanas!! 
Tengamos presentes estas palabras de San Pablo: “Pues no me avergüenzo del evangelio, que es fuerza de Dios para que se salve todo el que cree, los judíos en primer lugar y también los que no lo son” (Romanos 1: 16).  Este sí es un título de orgullo y pasa por el total anonadamiento. 
Volvamos al tradicional coloquio ignaciano con el Crucificado pidiéndole que nos haga libres de cualquier motivo de presunción y que nos configure con El en la extrema capacidad de dar vida a todos en el nombre del Padre. 

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