sábado, 1 de octubre de 2011

SABADO 1 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Baruc 4: 5 a 12 y 27 a 29
2.      Salmo 68:33-37
3.      Lucas 10:17-24
Es la memoria de Santa Teresita del Niño Jesús.
A partir del evangelio de este sábado podemos orar sobre la “satisfacción apostólica” que se plasma en estas palabras: “Los setenta y dos regresaron llenos de alegría diciendo: Señor hasta los demonios se nos someten en tu nombre” (Lucas 10:17).  Y Jesús les replicó: “Les he dado poder para pisotear serpientes y escorpiones, y para dominar toda potencia enemiga, y nada los podrá dañar. Sin embargo, no se alegren porque los espíritus se les sometan, alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo” (Lucas 10: 19-20).  El gusto apostólico está directamente relacionado con la capacidad para erradicar el mal, en nombre de Jesús.
Cuáles son hoy esas serpientes y escorpiones a los que nos enfrentamos? Las realidades malignas tantas veces dichas, hasta el punto de parecer monotemáticos: la vida sin amor , sin sentido de servicio, el egoísmo radical, la ausencia total de solidaridad, la violencia que destruye vidas sin contemplación, todas las formas de la injusticia, la deshonestidad, nuestro ego indomable, los maltratos a los demás, las decisiones absurdas que se toman en contra de tantos en el mundo, la destrucción del hábitat, las actitudes intransigentes y despiadadas, y muchos males más.
Jesús se encarna en nuestra historia  para llevar adelante el proyecto del Padre de reordenar el mundo, de hacerlo significativo en términos de libertad y de trascendencia hacia Dios y hacia todo ser humano, de implantar el reino de la paz, y para eso necesita mentes, manos, corazones, que colaboren con El en esta tarea. Para eso llama a unos discípulos a los que implica en su misión, y lo sigue haciendo.
Estamos a punto para seguir a Jesús en esta faena liberadora? Tenemos la disposición de seguir tras El para anunciar este nuevo orden que proviene de Dios y que abarca a todos los seres humanos que se quieran adherir? Estamos en trance de rupturas con todo aquello que frena nuestra libertad y tenemos la firme decisión de correr los mismos riesgos que El corrió por nosotros?
El misterio del mal y la libertad del ser humano que puede aceptar o rechazar a Dios están en la base de estas perversiones. Y a esa libertad  y al corazón que la anida es a donde tiene que apuntar la misión de los-as servidores-as del Evangelio para ayudar a la purificación de la intención y a la creación de hombres y mujeres con una interioridad saturada de Dios. Esta tarea es la que trae la genuina satisfacción a quienes se dedican a la Buena Noticia, como sucede a los discípulos directos del Señor.
No es porque seamos mejores o más santos la causa por la que hemos sido llamados, es simplemente porque El así lo quiere, sin méritos de nuestra parte. De modo que al ir a la misión debemos hacerlo humildemente, sin presumir de jueces de los demás, y con la actitud discreta de quien se sabe enraizado definitivamente en el Padre de Jesús.
Hagamos hoy oración a propósito de la misión, preguntémonos si nos sentimos comprometidos con ella, si nuestra manera de ser y de vivir nos califica para ser testigos del reino de Dios y su justicia, y si estamos dispuestos a afrontar contradicciones, rechazos, ignominias, por causa del seguimiento de Jesús. En un mundo en el que hay tantos cálculos y en el que se persiguen tantos intereses egoístas se impone la donación incondicional de hombres y mujeres que quieran vivir a toda máquina esto de ser erradicadores del mal y sembradores de las novedades esperanzadoras de Dios.
Así lo hizo en su corta vida, y en el silencio de su monasterio, Santa Teresita del Niño Jesús.

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