sábado, 8 de octubre de 2011

SABADO 8 DE OCTUBRE

Lecturas 
  1. Joel 4:12-21 
  2. Salmo 97: 1-12 
  3. Lucas 11:27-28 
Con frecuencia utilizamos la expresión “tranquilidad de conciencia” para referirnos al estado de paz interior, a la condición de tener la vida en orden, a la rectitud y a la convicción de que todo se lleva según dictados èticos y valores fundantes de las decisiones. 
Esto, traducido al lenguaje bíblico es la vida del justo, y lo reconoce el salmo 97, el de hoy, asì: “El Señor ama al que aborrece el mal,guarda la vida a sus  leales, los libra de la mano de los malvados. Amanece la luz para el honrado y la alegría para los rectos de corazón. Festejen justos al Señor, den gracias a su nombre santo” (Salmo 97:11-12). Es decir, el Señor da bienaventuranza a quien vive según su voluntad. 
Los griegos llamaban “eudaimonìa” al estar habitado por buenos espíritus, los generadores de honestidad y buenas pràcticas morales. Son diversas maneras de  expresar el asunto esencial de una existencia responsable, decente, virtuosa. Esto es algo que las tradiciones sapienciales y religiosas de la humanidad se toman muy en serio, porque ahì reside la apuesta esencial de la vida. 
Oremos hoy a partir de esto, exploremos nuestro corazón guiados por el Espìritu, revisemos nuestras actitudes e intenciones, las motivaciones esenciales que guìan nuestra conducta, valoremos nuestra interioridad y pidamos al Espìritu que nos ayude a hacer un barrido de lo que allì haya de distorsionado, poco claro, contrario al proyecto de Dios y de la digna humanidad, y estemos siempre abiertos al don de ser justos y justas según el querer de Dios. 
Pienso en la conciencia de quienes se dedican de tiempo completo a ejercer el mal, a dañar la vida de los demás, a planear y ejecutar perversidades, a traficar con la dignidad, a sobornar, a destruir, a asesinar, a sembrar desolación. No termino de comprender esa inmensa malignidad que es causante de tantos dolores a muchos seres humanos. Hemos visto las cosas espeluznantes que suceden en Mèxico con la guerra del narcotráfico? Tenemos presentes en nuestra memoria las que sucedieron aquí en Colombia? Y las consecuencias de muerte de las acciones de guerrilleros y paramilitares? Y el régimen hitleriano y las  atrocidades en Africa? 
Un repaso orante al problema patente del mal nos permite de una parte hacer el contraste con la condición de la conciencia justa y fundamentada en Dios, y los alcances disolventes del corazón que se  pervierte y se aparta de todo valor, de la humanidad, de la trascendencia, para afianzar el imperio de la muerte. 
De aquí  sintamos que Dios nos propone el imperativo de ser hombres y mujeres de bien, no simplemente reducidos a los mínimos de ser buenas personas que cumplen leyes y ordenamientos de la sociedad, sino sobrepasados por el deseo de seguir los dictados de Aquel que sòlo està empeñado en nuestra plenitud y en nuestra dignidad, entrando asì en el camino del ser bendecidos por el Señor. 
Esto es lo que, en el relato evangélico de hoy hace exclamar a Jesùs, respondiendo a la mujer que lo aclama: “Dichosos, màs bien, los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 11:2).  Digàmoslo con “profunda simplicidad”: què bello es ser buena persona, què gratificante es estar siempre en trance de transparencia, què seductor es mantenerse honestos, què bendición llevar una vida limpia. Esta es la genuina felicidad. Eso , siguiendo las advertencias de Jesùs, sin presumir de ser modelos morales, ni considerarnos mejores que los demás, asumiendo que la humildad es connatural a este proyecto de vida. 
Evoquemos en esta oración sabatina a personas que nos han llegado hondo por su ejemplaridad, por su “tranquila conciencia”, por su bondad, por la rectitud de su vida, y exploremos lo que Dios nos dice a través de ellas. Y emprendamos, tras Jesùs, la ruta de la bienaventuranza. 

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