jueves, 20 de octubre de 2011

JUEVES 20 DE OCTUBRE


Lecturas
1.      Romanos 6: 19-23
2.      Salmo 1: 1-6
3.      Lucas 12: 49-53
Un aspecto bien llamativo del proyecto de Jesús es que “mueve el piso”, hace cuestionamientos fuertes a las mentalidades y a las prácticas que les corresponden, confronta las conciencias, denuncia desórdenes, incluso aquellos que han sido validados por la religión o por el “statu quo”, desacomoda, desinstala. A esto se refiere la expresión contenida en el evangelio de este día: “Vine a traer fuego a la tierra, y cuánto desearía que ya estuviera ardiendo!” (Lucas 12: 49).
En muchos contextos sociales se asume la religión como un factor de “orden” y estabilidad, algo que brinda argumentos de autoridad a lo establecido, y se tiene el imaginario de la gente religiosa como no problemática, conforme con lo determinado y ajustada funcionalmente a un sistema que funciona con la perfección de un engranaje.
En este sentido conviene advertir críticamente que muy a menudo el elemento religioso ha sido usado para respaldar situaciones de injusticia, gobiernos autoritarios, decisiones excluyentes, e incluso graves acciones violentas, lo mismo que muchas otras acciones que nada tienen que ver con la genuina sabiduría trascendente y  espiritual y, en el caso nuestro, de total incompatibilidad con el Evangelio de Jesús.
El conmovió a las gentes de su tiempo , en su contexto, le formuló interrogantes altamente críticos al establecimiento religioso judío, confrontó  el modelo de relación con Dios, estremeció los cimientos de su mentalidad de cumplimientos rigoristas, escandalizó acogiendo a los pecadores ,a las prostitutas, a los condenados morales, a los humillados y ofendidos del mundo, dio primacía al ser humano sobre la ley, abrió oportunidades de reconciliación y purificación a hombres y mujeres que ya se sentían definitivamente proyectados al abismo de la perdición, cuestionó a los dirigentes religiosos, anunció a Dios como Padre, se implicó en totalidad con el proyecto de Dios de construír y reconstruír al  ser humano, rompió el paradigma del miedo religioso y abrió el horizonte de la misericordia y de la compasión.
Jesús no fue el predicador de una nueva modorra religiosa, fue el profeta decisivo en quien Dios se mostró para sacudir los cimientos de la tierra: “Creen Ustedes que yo vine para establecer la paz en la tierra? Les digo que no, sino la división” (Lucas 12: 51). Entiéndanse estas palabras del Maestro como el remezón que conmociona las conciencias individuales y la colectiva, planteando una manera novísima de relacionarse con Dios y con los demás seres humanos, lógica en contravía de lo “ordenado”, probablemente escandalosa porque supera con creces la estructura y la dinámica tan comentados aquí de la vanidad religioso moral del judaísmo de su tiempo.
Qué nos dice Jesús hoy ante el escándalo de los 16 millones de colombianos que viven por debajo de la línea de pobreza? Y de los falsos positivos? Y del Agro Ingreso “seguro”? Y de la feria de millones en las obras de infraestructura y en la salud pública? Y de los políticos en abierta complicidad con grupos violentos y delictivos? De la postura de Israel ante los palestinos refugiados en la franja de Gaza? De las hambrunas africanas? De la frialdad del modelo neoliberal ante los requerimientos de humanismo y solidaridad?
Ante esto, el Señor confronta con dureza y nos pone en contradicción. Como cristianos nos sentimos herederos de este vigor profético que nos saca de nuestra zona de comodidad para participar de la indignación de Dios? Nos parece inaceptable que se pongan en cuestión los cimientos del sistema o nos sentimos seducidos por el Dios que nos invita a una humanidad más limpia, más libre, más digna?
El asunto esencial de Dios no es un tema de “orden”, más bien provoca una conmoción, desarregla las tranquilidades, posibilita rupturas, abre los caminos de la libertad, de la vida que se vive como pasión de amor, como romance continuo y creciente con la dignidad. El se trasciende en nosotros a través de Jesús, y por el mismo camino nos lleva hacia El.
Dejemos que el Espíritu suscite en nosotros una revisión de todo lo acomodado, confortable, sumiso, que haya en nosotros con respecto a lo religioso, a lo social, a lo “ordenado”. Dejemos que la profecía de Jesús nos ponga en crisis, con la seguridad de que esto será para un extraordinario crecimiento humano y evangélico.

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