lunes, 10 de octubre de 2011

LUNES 10 DE OCTUBRE

Lecturas 
  1. Romanos 1: 1-7 
  2. Salmo 97:1-4 
  3. Lucas 11: 29-32 
La pregunta que sigue puede parecer sobrante, habida cuenta de nuestra prolongada tradición cristiana: somos conscientes de la originalidad y de la novedad esencial que se da en Jesús? Nos dejamos sorprender por El? Descubrimos en El la posibilidad más apasionante para construír nuestra humanidad?  O estamos “acostumbrados” a ser cristianos porque esa es la inercia sociocultural en la que vivimos? 
Uno de los sentidos de las palabras de Jesús en el evangelio de hoy va por este lado, El está inconforme porque la multitud judía no se da cuenta de la diferencia cualitativa que hay entre lo que Jesús propone – la buena noticia de un Dios totalmente comprometido con la felicidad humana – y el ritualismo y legalismo rigoristas del judaísmo tardío. 
No les parece a Ustedes tan pesado y poco seductor el estilo religioso de tantos predicadores, sacerdotes, pastores, tan lerdo, moralista, formal, estereotipado, pobre, como si no tuvieran experiencia de Jesús y de su evangelio? Porque hay que recordar que en su tiempo El hizo una marca decisiva para cambiar la concepción de Dios y las implicaciones y compromisos con El, pasando del fundamentalismo fanático de la ley a la lógica liberadora del amor y de la misericordia. El aliento renovador del Espíritu de Jesús nos hace libres de esa deficientísimas comprensiones de Dios para darnos paso a la experiencia de la paternidad ciento por ciento solidaria con el ser humano y con su plenitud. 
Se impone purificar la práctica religiosa de supersticiones, creencias equivocadas, miedos, culpas, desconfianzas, moralismos, y permitir que Jesús llegue a nosotros provocando en cada uno la experiencia inmensa, desbordante, del amor del Padre, para descubrir que los compromisos que se adquieren por El no se imponen por vía de normativas milimétricas sino de decisiones liberadoras y amorosas. 
Los que se sienten guardianes de la tradición y el orden siempre andan buscando razones de “legitimidad” y sospechando de todo cuanto no hace parte de su recortada visión. A estos van dirigidas las fuertes palabras de Jesús: “Esta es una generación malvada; pide una señal pero no se le dará una señal diferente a la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los ninivitas, así el Hijo del hombre lo será para esta generación” (Lucas 11: 29-30).  
Su rigorismo y su arrogancia convencidos de que son dueños exclusivos de la verdad les impide reconocer el acontecimiento definitivo de Jesús, por eso demandan “pruebas y señales “ que lo acrediten. En cambio, los que no tenían seguridades, los pobres y los desconocidos, esos sí captan quien es Jesús, su originalidad, y lo aceptan sin rodeos. 
Preguntémonos si tenemos tantos revestimientos religiosos que nos dificultan encontrarnos con la verdad de Jesús, pero también, con humildad, dejemos que el Espíritu empiece en nosotros un trabajo liberador de “desmonte” de mapas mentales, de arrogancias, de intransigencias , de dogmatismos, para que El acontezca en nosotros y nos vuelva hombres y mujeres trabajadores de la Buena Noticia. 
Y oremos también para que la Iglesia sea libre, esencial, descalza, evangélica, despojada de arandelas anticristianas, que sea la Iglesia de Jesús, a secas, significando con pasión teologal y humana, la eficacia del ser y quehacer salvífico-liberador del Señor en esta historia nuestra.

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